El oro de nuestro tiempo

Por Paula Henríquez

Foto: IPS

HAVANA TIMES – Me levanto como cualquier día con la idea de resolver algún que otro problema cotidiano, ahora que la falta de tiempo no es impedimento. Miro el viandero y me doy cuenta de que, salvo algún animalito de ocho patas, la desolación se ha adueñado de este y se ha convertido en un ornamento más de la casa.

Como la vianda ayuda a llenarse la barriga, agarro mi monedero y decido llegarme hasta uno de los puntos de venta más cercanos, donde los precios… ¿qué ha pasado con los precios? Voy a otro y estaban todavía más altos.

Pero… ¿cuánto tiempo he dormido? Es la pregunta que me salta a la cabeza. No puede ser que de un día para otro haya tanto cambio. No puede ser que dos puestos de vianda con solo una cuadra de separación entre ellos tengan tanta diferencia en sus tablillas.

La historia de los mercados agropecuarios se repite una y otra vez. La novedad de cada ocasión es que trae consigo pequeños cambios que siempre son negativos y se vuelven tremendamente considerables pasado un tiempo.

Sumado a circunstancias, en muchos casos ajenas a estos establecimientos, la imaginación de sus propietarios hecha a volar a la hora de acordar el importe de sus productos. Esto no se hace de manera conjunta, sino de forma individual dejando una diferencia más que evidente según la idea de cada cual, claro está.

Algunos son verdaderos pioneros en el arte de poner valor a dedo, dejando en ridículo a las estancias reguladoras o incluso al mismísimo Ministerio de Finanzas y Precios del país.

Lo anterior no es un problema que surgió por la reciente pandemia que azota el mundo. Para nada. Las más altas autoridades del país han tocado el tema en disímiles ocasiones y han llegado a la conclusión de la necesidad de topar los precios, los cuales superan actualmente hasta cuatro veces el inicial que estableció el agricultor.

No obstante, seguimos sin ver cambios positivos, sino todo lo contrario.

El oro de nuestro tiempo no se extrae de las minas ni se draga de nuestros ríos, nace de la tierra y del sudor de nuestros campesinos. Mi crítica no va hacia estos, soy de la opinión de que el trabajo en el campo es de los más duros y peor pagados, con diferencia. Hablo de aquellos que compran los alimentos para revenderlos luego en la ciudad, también de esos pequeños comerciantes que cuadriplican sus inversiones en un solo movimiento y se aprovechan de la necesidad ajena.

Una buena medida para enfrentar este mal que atropella la economía doméstica sería conectar o articular los agros estatales con los agricultores directamente y así regular de alguna forma los precios que imponen estos especuladores. Digo articularlos, porque no creo que lo que se oferta en estos agros estatales salga de las mismas tierras donde se cultivan los demás productos que se consumen normalmente, no en cuanto a calidad ni variedad.

No estoy de acuerdo con que el Gobierno centralice todo el comercio o los servicios de la Isla, pero sí estoy seguro de que pequeños y medianos negocios pueden sustentarse y ayudar al desarrollo del país. Lo que pasa es que esta labor debería ser consecuente con la realidad que se vive y tratar de que exista una coherencia entre la oferta y la demanda. Al final, somos todos tripulantes de un mismo barco que busca salir adelante.

Paula Henriquez

Paula Henríquez: Desde pequeña me han dicho que debo tener cuidado con lo que digo en público. “Piensa antes de hablar, sobre todo delante de los demás”, me decía mi mamá y, entonces, resultaba más un ruego que un regaño. Aún hoy la escucho… y la cumplo, solo que no hablo… escribo. Las letras, las palabras son mi escape, mi salida y las catarsis diarias, las que imprimo en el papel, me reavivan. Y esta foto… me refugia.

One thought on “El oro de nuestro tiempo

  • En cuba trabajar en un puesto de vianda te da un nivel de vida que no te da una carrera universitaria, un vendedor de viandas, un vendedor de puerco, y los altos dirigente del estado tienen el mismo estatus de vida, el pueblo trabajador sigue en la miseria, haciendo las largas colas, y al final si no eres de la suerte, te quedas sin nada cuatro o cinco horas por gusto, sale una muy risueña y dice hoy no tuvieron suelte mañana madruguen

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