Mercedes Gonzales Aguade
HAVANA TIMES — En estos días de principios de curso mi querido y único hijo me llamó la atención sobre lo poco que habíamos paseado durante el Verano. Tenía razón, intenté explicarle que pasear en estos tiempos es un lujo.
Hay que conformarse con la playa, los parques de diversiones etc. Pero mi hijo es ya un adolecente y lo que quiere es fiesta y pachanga, lo mismo que pedía yo a su edad.
Todavía no dejo que mi pichoncito salga a discotecas, me da miedo porque la calle está cada vez más mala, hay mucho estrés. Trato de prolongar lo inevitable pero sé que no va a durar por mucho tiempo; ya está en la edad de hacerlo y la mayoría de sus amigos ya lo hace.
Llego, incluso, a utilizar un poco de chantaje emocional; le recuerdo mi enfermedad, mi discapacidad y le advierto que sus exigencias me estresan y afectan la salud. Cosa que no es mentira, pero sé que tengo que pasar por encima de eso y dejarlo ir.
Será otra etapa llena de desafíos, miedos y sobresaltos que deberé enfrentar. Espero estar a la altura.
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