El miedo, la psiquis y el cuerpo
Carlos Fraguela
HAVANA TIMES — Mi amigo Ariel hace tres semanas tuvo un evento de fiebres altísimas durante tres días seguidos en los que la fiebre nunca le bajo de 38, todo parecía indicar que era un catarro producido por uno de tantos virus que circulan en nuestro entorno. Al final me di cuenta que tendría que cargar con el enfermo.
Por el medico empírico que llevo dentro sabía el peligro que entraña una fiebre cuando pasa de 39 grados, por eso lo acompañe al policlínico de mi localidad, sabiendo que le iban a recetar una inyección de Dipirona para bajarle la fiebre, pero me equivoque. Mi amigo iba pensando cómo evitar el pinchazo, así al enfrentar al médico lo convenció de no necesitarlo.
Este amigo mío es fuerte, pero tiene una aversión feroz contra las agujas, minutos antes de entrar al policlínico me había dicho muy en serio que él era alérgico a inyectarse (eso me dio mucha risa) y aunque a mí tampoco me gusta inyectarme, el raciocinio me ayuda cuando es necesario hacerlo por cuestiones de salud.
Por el catarro que pescó tuvo que pedir licencia en el trabajo porque la tos no le permitía ni hablar. Esos virus están matando gente que no tienen buena alimentación, y otros por tener un sistema inmunológico no bien entrenado.
Pues resulta que mi socio hace dos días volvió a tener fiebre de 38 y medio y yo que no había olvidado que por el evento anterior perdí el sueño le dije que esta vez si no habría escapatoria de la Dipirona inyectable. Lo obligué a vestirse para volver al policlínico. A regañadientes se dejó arrastrar por mí al médico.
Ya sé que no me lo van a creer, cuando le dijo al profesional de la salud que tenía fiebre, este incrédulo le pone la mano en la frente para comprobar con ella la temperatura. “Tú lo que estas es más frio que una rana, mira vete a tu casa y sigue tomando agua pal catarro”. Soy muy lento para razonar y por eso demoré mucho en darme cuenta de que el miedo a la inyección fue quien le bajó la fiebre.
De Ariel…no lo dudo…