La Iglesia Católica se ofrece como un espacio de diálogo

Por Moustafa Hamze Guilart

HAVANA TIMES – En los albores de la década del 90 del siglo pasado, ante la falta de respuestas a las necesarias reformas económicas del momento, empecé a abogar -a mi manera- por una transición ordenada a la democracia de Cuba.

Mi propuesta a esa transición se fundamenta en la idea de que debe ser generada por los actuales gobernantes cubanos y su partido único; un poco en jarana y mucho más en serio “porque son los dueños de los caballitos”. Ellos están reconocidos por la comunidad internacional y sostienen relaciones diplomáticas con la totalidad de los países, tienen una constitución aprobada en un referéndum a su imagen y semejanza, y muy importante, disponen de un sistema de control y represión social muy bien estructurado y engranado, a través de un poder judicial dependiente de los órganos de seguridad del Estado, sus organizaciones de masas y su partido único.

En varios de los artículos de opinión publicados sobre esta transición ordenada a la democracia de Cuba, he hecho propuestas sobre los pasos programáticos para lograrla en paz y armonía entre las diferentes corrientes prodemocráticas cubanas y el sistema totalitario de gobierno. He abogado también por esos objetivos en los diferentes foros de opiniones sobre la problemática cubana y en las redes sociales y, paralelamente, he sostenido que la Iglesia católica cubana y sus obispos sirven como espacio adecuado para iniciar las conversaciones para dicha transición.

Enhorabuena la Iglesia se ha ofrecido como mediadora de un “diálogo” entre cubanos. Sin embargo, la Iglesia y sus obispos deberían tener en cuenta la gran responsabilidad que contraen con la nación cubana y con el pueblo, por lo que se impone la reflexión sobre los errores cometidos por esta institución eclesiástica en la mediación con el gobierno, a favor de los presos políticos, a través del Cardenal Jaime Ortega Alamino como su representante.

Pienso que los obispos cubanos y su iglesia deberían de tener en cuenta que un proceso de transición democrático no puede mediarse de forma vertical, pues por su trascendencia, involucra a las diferentes corrientes políticas e ideológicas de los demócratas cubanos, quienes deberían lidiar en estos intercambios con los gobernantes que representan a un sistema totalitario.

A mi modo de ver, las conversaciones iniciales entre los gobernantes cubanos, los demócratas cubanos y las diferentes organizaciones de la sociedad civil independiente, religiosas y fraternales, deben estar encaminadas a pactar una hoja de ruta para la transición, por lo que la mediación de la Iglesia no es suficiente al ser imprescindibles la participación de otros actores de la comunidad internacional como garantes de los acuerdos pactados.

En algunos debates por el ofrecimiento de la iglesia, se han hecho propuestas referidas a la oposición democrática, considerando que debería aglutinarse en una organización unitaria.  No obstante, pienso que las organizaciones de oposición, tanto en el interior de Cuba como en la diáspora, pueden participar en las deliberaciones a través de sus representantes. Esto implica (como es lógico) que algunas, inicialmente por la desconfianza en la Iglesia y en los gobernantes, no participarán del referido diálogo; pero si los resultados son confiables para una transición democrática, se decidirían a incorporar a sus representantes en las conversaciones.

Particularmente tengo mis reservas al respecto, pero como dice un refrán “no hay peor esfuerzo que el que no se hace”. Todo va a depender de la Iglesia, de su capacidad para lograr una mediación lo más horizontal y transparente posible, y por supuesto, de los gobernantes cubanos de acceder a la voluntad política de una transición a la democracia de Cuba.

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*Moustafa Hamze Guilart escribe desde São Paulo, Brasil

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