Vidas ejemplares

María Matienzo Puerto

Anaylis y Jazmín

HAVANA TIMES, 20 abr — Me pasé la noche hablando con Anaylis y con Jazmín. Ellas me contaron su vida y yo quedé como frente a una telenovela. Extasiada, aunque no me gustan los culebrones. Boquiabierta, aunque su historia no es única.

Ellas hablaron toda la noche y yo las dejé que hablaran hasta el cansancio.

Que si la madre de Anaylis no acepta la relación de ellas aunque lleven los diez años que realmente han compartido. Que si la vida se ha ensañado con ellas.

Que si los alquileres están por el cielo, y no siempre es fácil encontrarlo cuando ven que son una pareja de mujeres. Que si hubiese sido más fácil separarse y sufrir un poco, pero que ellas prefirieron andar juntas les costara lo que les costara.

Mi único argumento es que todos los cubanos estamos iguales, no importa qué seamos o a quién queramos.

Las dos son jóvenes y profesionales. Se encontraron en la Secundaria Básica y desde entonces se han separado muy pocas veces. No son dos amiguitas. Son dos mujeres que disfrutan teniendo sexo la una con la otra, y que además, se aman.

Jazmín, aunque es fuerte, no cree en el estereotipo que le ha asignado la sociedad. Cuando han podido vivir juntas, las dos tienen las mismas obligaciones en el hogar.

Son simpáticas y bellas a su manera. Se contradicen, discuten y se besan en público. Ayer los hombres nos miraban preguntándose, ¿no tienen vergüenza?

Ellas han escogido el activismo social como lucha en común. Por eso no me han permitido falsear sus nombres.

Sacan de su tiempo de invento cubano para sobrevivir, de trabajo estatal, y de andar juntas para quererse, unas horas para cursar talleres de igualdad y derechos sexuales, de derechos humanos, de género y cuánta cosa convoque el Cenesex y otras organizaciones que se interesen en el tema.

Asumen su identidad sexual como una posición política, aún cuando otros temas más generales y colindantes con la ciudadanía cubana, ni los miran.

Pero no importa, por algo se empieza. O simplemente con algo contribuyen.

Vaya, que podría decirse que llevan vidas ejemplares. Lo que me queda claro es que son un ejemplo más que la homosexualidad no está ligada necesariamente a la promiscuidad y a la superficialidad.

Yo las miro como bichos raros. Ellas creen que el bicho soy yo. Y es que me cuesta creer que amores así existan. ¿Cómo han logrado sobrevivir a la miseria cotidiana? ¿Es posible eso en Cuba?

Mis abuelos lo lograron, pero ellos tenían otra enseñanza, sobre todo mi abuela.

Y entonces tengo un instante de ¿iluminación? Y me hacen descubrir, con un gesto, una frase, que el amor, además de ser lo más cursi del mundo, también es un hecho creativo, constante.

 

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