¿Para dónde va Ernesto?

María Matienzo Puerto

Mireya y Ernesto llevan un año litigando su caso contra la corrupción.  Los funcionarios de vivienda de Marianao le han escamoteado su derecho a recibir lo que es suyo.

El problema empezó cuando muere la abuela y deja como heredero universal a su nieto Ernesto, el único que estuvo a su lado en todo momento.

Entonces comenzaron a aparecer los hijos reclamando su pedazo en la casa.  Ernesto se confió porque con los años de convivencia y el testamento no había quien lo sacara de su casa.

La fatalidad estuvo de su lado.  Ernesto se enfermó de los nervios y terminó en casa de Mireya quien lo ayudó a reponerse.  Mientras tanto uno de sus tíos ocupó la casa y así comenzó la tragedia.

La policía no podía intervenir porque en Cuba no hay desalojo.  Jajaja.  Al menos no cuando ellos quieren, basta con que la casa sea interés del Estado.  Este no es el caso.

Cuando llegó a las oficinas de vivienda municipal con un abogado de oficio, comenzó el peloteo: “debe venir mañana y ver al director”; cuando al día siguiente fue el director no estaba disponible, entonces debía concertar una cita previa; y así pasó un mes.

Con su persistencia logró que lo recibieran y cual no fue su sorpresa cuando el director le dijo que conocía su caso y que no tenía solución.

Ernesto se cayó de nalgas.  ¿Cómo conocían su caso? ¿Cómo que no tenía solución?

Cabizbajo volvió para casa de Mireya con la convicción de que todo estaba perdido.

Pero Mireya no había perdido el tiempo y en sus indagaciones entre los vecinos descubrió que el tío de su marido había estado dando dinero, ya al contado o en especia (un puerco, unas piezas de carro) a un funcionario de vivienda para que todo quedara en el olvido e incluso le falsificaran una propiedad de la casa bajo la justificación que la auténtica estaba perdida.

Cartas van y cartas vienen a la provincia de vivienda, Mireya y Ernesto logran remover algunos cimientos y para que se callaran la boca le dieron derecho a un cuarto de madera, con salida independiente.

Claro que no están conformes y ahora pretenden seguir escribiendo “para más arriba.” No tienen pruebas tangibles del soborno, solo la certeza de que ellos tienen la razón.

Me temo que su historia se vuelva infinita, pero la pregunta de Mireya es lógica, “¿qué va a pasar con Ernesto si un día yo no quiero estar más con él y tiene que irse de mi casa?”