Los derechos en Cuba ya son masculinos

Isbel Díaz Torres

HAVANA TIMES – Mi colega y amigo Yenisel Rodríguez acaba de publicar un provocador texto, donde hace críticas a los modos en que se han venido expresando el feminismo, los estudios de género, y los estudios sobre masculinidades, tanto en Cuba como en el mundo. Quisiera compartir aquí mis disidencias y coincidencias con la tesis presentada.

Mirar desde la sospecha es uno de los espacios donde se ha abordado con frequencia la violencía hacía las mujeres.

Antes que nada, me siento feminista, porque he identificado en el sujeto femenino otra víctima de profundas e históricas discriminaciones, muchas de las cuales persisten en nuestros días, mientras que otras (justamente por las luchas feministas, que no significa exclusivamente de mujeres) han sido erradicadas. Pienso en el derecho al voto, por poner un ejemplo trillado.

Al ser yo mismo, como homosexual, también discriminado, entiendo que la única coherencia posible es sentir en mí mismo todo ataque discriminatorio proferido a otra persona.

Ahora, no por ello deja de ser cierto ese fallo en la “universalidad” de los estudios de género que menciona Yenisel, que no han logrado superar la polarización (cargada además hacia lo femenino), y muchas veces abandonan la búsqueda de un escenario deseable de equidad.

También me parece cierto que la complejidad de las relaciones entre lo femenino y lo masculino, al interior de los estudios de género, no ha sido suficientemente revisada, ni han sido igualmente legitimadas las diversas posturas con que cada individuo construye su sexualidad, su identidad de género, su rol de género, y que siempre pasa por una matriz sociopolítica.

Una búsqueda por reafirmar masculinidades alternativas, no debiera significar estigmatizar la masculinidad estandarizada, dado que esta existe en la práctica común, y en última instancia, está expresada por individuos con iguales derechos. Debiera, eso sí, identificar en ella aquellos modos que refuerzan las asimetrías históricamente construidas entre los géneros, a fin de socavarlas, en pos de la construcción de un sistema de relacionamiento cada vez más liberador.

De tal modo, la lucha feminista pareciera (y por momentos es) una lucha contra “los hombres” (me refiero al patrón estándar). Sé que esa no es la base teórica del feminismo, ni que todas las personas feministas somos así; pero lo que señala Yenisel es el efecto al cabo de décadas de esta lucha, y pretender desconocerlo es, cuando menos, desaprovechar la oportunidad para reenfocar nuestras prácticas.

Lo que sucede en el texto de Yenisel, que oportunamente señala algunas deficiencias de los estudios de género, es que reproduce él mismo esa polarización y autorreferencia, sobre todo cuando reivindica algunos de los reclamos internacionales por la vindicación de la identidad masculina.

Por ejemplo, propone utilizar el mismo tipo de campaña publicitaria que párrafos antes denunciaba, y pretende instituir un “servicio médico o social obligatorio para las mujeres”, a fin de “ponerlas en condiciones de igualdad con el género masculino”, cuando lo verdaderamente libertario sería prescindir de tales procedimientos obligatorios.

Foto: Regina Cano

En última instancia, si se trata de equiparar, lo justo hubiera sido proponer el servicio militar femenino obligatorio, (Dios no lo quiera!!!), lo cual rebela que Yenisel reproduce esa condescendencia tan cara al patriarcado que conocemos, y que tan difícil es de erradicar en nosotros mismos.

Debo agregar que el resto de los reclamos me parecen justos y pertinentes, y no puedo evitar sonreírme ante ese llamado en pos de la “serenidad sexual de los hombres”. Yo, como hombre, reivindico mi derecho a ser seducido y provocado por cuanto hombre o mujer lo desee; y mientras más encantos tengan ¡tanto mejor!

Aunque use un tono de broma en este punto, no se me escapa que argumentos presentados por hombres violadores violentos de mujeres, es que estas los “provocaban” y “seducían” con su belleza, con el color de los labios, con el largo de la falda, con los pies desnudos, con una mirada…

Si bien es hipócrita la actitud de pretender no estar seduciendo en los casos en que sí lo hacen, ello nunca será justificación para forzar a nadie a intercambios físicos sexuales no acordados mutuamente.

En otro orden de cosas, creo que sería sano que Yenisel fuera más explícito en algunas de las críticas que hace. Ese “activismo feminista viciado de unanimismo y voluntarismo” en Cuba ¿a qué se refiere exactamente? ¿Cuáles son las “nuevas organizaciones profeministas cubanas”, además del CENESEX, que él está considerando en su evaluación?

A fin de comprender a cabalidad su postura, sería bueno que ejemplificara algunas de esas “decenas de spots y programas televisivos que toleran y promueven la violencia femenina contra los hombres”, y la “ridiculización de los personajes masculinos”, y las “muchas otras discriminaciones”.

Por principio, estaría de parte de cualquier individuo discriminado, pero habría que publicitar tales discriminaciones y violencias.

Por último, en mi criterio, el justo reclamo de los derechos masculinos en Cuba, no debiera implicar una condena feminista, sino una crítica hacia los modos en que cierto feminismo ha equivocado sus prácticas, y ha satanizado “al hombre”, desconociendo a los individuos diversos que hay tras esa denominación.

Tampoco toda mujer, o todo homosexual, o todo negro, o todo pobre, es un dechado de virtudes solo por no estar en el lado empoderado de algún binomio. Una mujer blanca y rica, puede discriminar a un hombre negro y pobre… y así uno puede encontrar las más disímiles combinaciones, que una simple etiqueta no puede recoger, a riesgo de cometer alguna injusticia.

Ahora, no olvidemos, los derechos, tanto los formalmente recogidos en legislaciones, como aquellos que se dan en la práctica social, provienen de una matriz de poder que por regla es blanca, masculina, heterosexual, intelectual, y rica. De ahí partimos. No todos estamos en la línea de salida cuando suena el disparo.

Isbel Diaz

Isbel Díaz Torres: Pinar del Río y La Habana son mis ciudades. En una nací, el 1º de marzo de 1976, y en la otra he vivido desde siempre. Soy biólogo y poeta, aunque eventualmente he sido músico, traductor, profesor, informático, diseñador, fotógrafo, o editor. Soy un gran inconforme y defensor de las diferencias, quizás por haber sido desde siempre un “niño modelo” muy reprimido. Nada me subyuga más que lo desconocido, la naturaleza y el arte me funcionan como fuentes de misterio y desarrollo. Un sorprendente activismo ha nacido en mí en los últimos tiempos. Aunque no estoy muy seguro de cómo utilizarlo, siento que es una energía noble y legítima. Ojalá tenga discernimiento para manejarla.

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4 thoughts on “Los derechos en Cuba ya son masculinos

  • Los derechos no tienen sexo.

  • ¡Equelicuá…!

  • Me gustó mucho este post. Es muy sensato.

  • Articulo muy bien escrito…. y pienso que el feminismo aberrado, exajerado o hasta en ocasiones de estado estan tan o mas peligros y denigrante que el machismo

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