Yo con rabia

Por Irina Pino

HAVANA TIMES – Últimamente hay un gato que viene a dormir a mi edificio. Es gris y blanco, de cabeza grande, y casi siempre tiene el rostro cubierto de arañazos. Lo bauticé “el cabezón”. No solo duerme, sino que maúlla de una manera peculiar. A veces le doy comida y agua. Aunque sospecho que come en otro lugar, porque apenas toca el alimento.

Cuando le tomé un poco de confianza le acariciaba la cabeza. Una mañana se la toqué y se me tiró a un tobillo, mordiéndome. De la herida me brotó un poco de sangre y también me dejó varios arañazos en el tobillo. Apenas pude reaccionar. Todo ocurrió muy rápido.

Al otro día, decidí ir al policlínico y ver a un médico para contarle lo sucedido. Luego de consultarme, tomó el celular e hizo una llamada. En unos minutos apareció el subdirector del centro para hacerme preguntas. Que si el animal era mío o era callejero. Porque debía estar en observación diez días. Eso es para constatar si está infectado con la rabia.

En este momento en la calle pululan los animalitos, pues mucha gente que se va del país los dejan desamparados, a riesgo de ser atropellados por los autos, apedreados por chicos; o de contraer cualquier enfermedad si comen de la basura. Es un caos cotidiano que a nadie le preocupa, solo resuelto con tremendo esfuerzo por los protectores ý animalistas, quienes organizan campañas de vacunación y de esterilización gratuitas.

El subdirector me explicó que debía vacunarme contra la rabia, porque es una enfermedad de largo período de incubación, incluso de años. El tratamiento consiste en cinco dosis, distribuidas en tres semanas. Primero me sorprendí porque pensé que era solo una vacuna. Después me arrepentí, porque no me gustan tantos pinchazos.

No quiero hacer la historia larga, hubo días en que se me olvidó ir. Entonces el subdirector me llamaba para darme una reprimenda. Por mi parte alegaba que había visto al gato con frecuencia y no tenía ningún síntoma de la rabia. Resultado: vacunada inútilmente.

Hay un hecho que me resulta sumamente curioso, es que para otras cuestiones el policlínico resulta un lugar inefectivo. Explicaré mis razones. He ido dos veces al consultorio médico de mi barrio y he escuchado decir al doctor que los exámenes que están realizando en dicho centro están teniendo problemas. No se sabe si por mala manipulación o reactivos caducos.

Este doctor le informa a cada uno de sus pacientes que se hagan los análisis en un hospital, porque en el policlínico les van a dar alterados.

La rabia en Cuba no la trasmiten los animales, es la rabia que sentimos de experimentar la ineficiencia en todos los servicios públicos. La falta de higiene, la desidia. Basta ver un basural en cada esquina, en cada barrio. Y todo continúa de mal en peor.

Y el gato sigue tan campante. A cada rato viene a dormir a mi edificio.

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Irina Pino

Irina Pino: Nací en medio de carencias, en aquellos años sesenta que marcaron tantas pautas en el mundo. Aunque vivo actualmente en Miramar, extraño el centro de la ciudad, con sus cines y teatros, y la atmósfera bohemia de la Habana Vieja, por donde suelo caminar a menudo. Escribir es lo esencial en mi vida, ya sea poesía, narrativa o artículos, una comunión de ideas que me identifica. Con mi familia y mis amigos, obtengo mi parte de felicidad.

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