Una visita a la Quinta de los Molinos

HAVANA TIMES – A principio de los años noventa, cuando mi amigo Pepe y yo, regresábamos a La Habana de algún campismo, solíamos pasar por la Quinta de los Molinos. En aquellos momentos se podía entrar sin ninguna dificultad. Permanecíamos algunas horas, nos sentábamos a conversar, caminábamos bajo las frondas, con total armonía con la naturaleza. El sitio nos transformaba si acaso veníamos cargados de energías negativas.

Aún no llegaba el tiempo de crisis, donde el invento se puso de moda y surgieron esos alimentos que parecían salidos de filmes de Ciencia Ficción. Toda la porquería apenas comestible para aliviar la hambruna feroz, crónica, diría, que padecemos todos los cubanos de la isla. No sé si recuerdan la asquerosa masa cárnica, y la maloliente pasta de oca. Ambos no-alimentos que vendían en la carnicería de las bodegas.

De lo que quiero hablar es de la absurda normalidad con que de un día para otro, aumentan los precios en los establecimientos estatales, emulando con los negocios privados. Por ejemplo: el otro día quedé con un amigo y colega, en encontrarnos aquí mismo, en la Quinta.

A él no lo dejaron entrar. Los cuidadores le dijeron que estaba cerrada por una actividad que se preparaba para la noche.

Hable por mi parte, explicándole que nosotros veníamos desde lejos, y necesitábamos hacer la edición de un libro; porque ambos somos escritores y ya teníamos hecho nuestro plan de trabajo.

Además, traíamos comida para compartir, ya que en la calle no se puede comer nada, un simple plato de comida con carne, arroz y vegetales, te puede costar más de 1000 pesos.

Nosotros solo queríamos un banco para sentarnos, para poder trabajar tranquilos. Tampoco nos interesaba acceder al museo.

Después de aquella explicación, nos dieron acceso. No sin antes decirnos que debíamos pagar la entrada, la cual se cobra en el lobby del museo.

La muchacha de la mesita nos aclaró que ahora cuesta 100 pesos por persona. Me quedé atónita y protesté: “Pero hace apenas unas semanas costaba 50 pesos…”

Llegaron unos extranjeros detrás de nosotros y, me quedé mucho más asombrada por la enorme cantidad de dinero que tuvieron que desembolsar.

Lo extraño es que ni a nosotros ni a ellos nos dieron tickets…

Apenas nos acomodamos en un banco, nos pusimos a editar mi libro. El colega me dio buenos consejos. Luego compartimos el almuerzo y hablamos de otros temas. Siempre es agradable la compañía de un amigo, pues significa una retroalimentación saludable.

Para estirar las piernas, recorrimos algunas áreas. El Mariposario se halla bastante carente de mariposas, aunque sigue siendo bonito. En uno de los estanques donde antes pululaban las carpas, no hay ninguna, solo agua verdosa.

También fuimos a ver las jaulas de pavos reales, gallinas, guanajos, conejos y palomas. De hecho, estoy en contra de tener animales encerrados; sin embargo, siempre que voy me gusta observarlos. Me dan ganas de romper los candados y que se larguen todos.

Llegando, nos percatamos que solo estaban los pavorreales y las palomas. Los otros habían desaparecido. ¿Adónde fueron a parar las otras especies en exhibición?

Al rato de estar allí, vimos a otras personas paseando por el lugar.

Me parece arbitrario decirle a unos que no pueden entrar, y a otros que sí. Y para colmo que no den comprobantes. Eso se presta para que no se ingrese el dinero real.

En muchos de estos lugares, se alquilan sus salones para diversas actividades de centros de estudio y trabajo, no me imagino qué pueden resolver con el efectivo de unas pocas personas que lo visitan.

Lea más del diario de Irina Pino aquí en Havana Times.

Irina Pino

Irina Pino: Nací en medio de carencias, en aquellos años sesenta que marcaron tantas pautas en el mundo. Aunque vivo actualmente en Miramar, extraño el centro de la ciudad, con sus cines y teatros, y la atmósfera bohemia de la Habana Vieja, por donde suelo caminar a menudo. Escribir es lo esencial en mi vida, ya sea poesía, narrativa o artículos, una comunión de ideas que me identifica. Con mi familia y mis amigos, obtengo mi parte de felicidad.

3 thoughts on “Una visita a la Quinta de los Molinos

  • En efecto, es otra de las formas de hacerse de una «entradita» por la izquierda aprovechando la cobertura oportuna del «¡como están las cosas!». Tristemente cuando es al desamparo legal pero donde uno no puede agarrar demasiado porque sencillamente no da para más y porque, además, se supone que hay que repartir entre varios más que hacen su parte en la misma truculencia, pues la gente termina conformándose con poco.
    Donde no es realmente poco porque si a los extranjeros les cobra la entrada de 100 pesos en CUP pero en considerando que el dólar al cambio en la calle ya rebasa los 300 pesos, están «resolviendo» de forma muy generosa en el sentido de «abundante». Pero, ¡QUÉ VIVA LA PEPA!

  • Me extraña que no aparezca el comentario que hice hace unos días atrás.
    Se me hace algo difícil hilvanar lo que escribí ya que por lo general escribo los comentarios on line y no dejo copia. Lo cual no parece ser recomendable.
    El artículo pues me parece muy oportuno dadas las circunstancias y me parece también que no sea tan poco lo que logren hacer por la izquierda los implicados, con todo y que tengan que compartirlo entre varios participantes. Sobre todo teniendo e. Cuenta a como está el dólar US en el mercado negro y que por lo general tales entradas que ahora son a 100 cup pidan 100 dólares lo cual me parece súper extra mega archi y tan recontra exagerado como para que algún iluso turista lo pague.

  • cual es la historia tras la quinta de los molinos?

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