Servando Cabrera en mi memoria

Pintura de Servando Cabrera

Por Irina Pino

HAVANA TIMES – Los conocíamos en un ómnibus, a la entrada de un cine o teatro. O quizás en una tarde lluviosa, en el Museo de Bellas Artes, mientras mirábamos las pinturas de Servando Cabrera. Y allí estaban los voluptuosos cuerpos, trenzados en el libre albedrío de un amor homosexual, ardiente. Eran escenas vistas desde ángulos diversos. Imágenes provocativas por su belleza y su violencia implícita. Una explosión de colores y formas. Fragmentos de cuerpos en pleno éxtasis. Si es que existe un término preciso para definir esos segundos de gloria.

De esta manera comienza un cuento que escribí. Tal fue el impacto que provocó (y aún lo hace), la obra homoerótica de Servando.

Hace cien años nació este artista contemporáneo cubano, que alegaba tener influencia de Picasso. El Museo Nacional de Bellas Artes quiere “reverenciarlo” con la exposición: “Servando Cabrera, la memoria de los borrados”. Con una colección de sus trabajos que incluyen estilos como el cubismo, abstraccionismo y el expresionismo. Conjuntamente se lanzó el libro y el documental La hora azul.

En realidad, nada de esto va a reivindicarlo de la censura y el ostracismo que sufrió por parte de las instituciones y funcionarios que fungían en los años sesenta y setenta, esos que no concebían que un artista gay pintara a la Revolución. El castigo fue diez años sin poder hacer una exposición en su propio país.

Y en ese mismo museo, trataron de suprimir su obra. Borrarlo del mapa de la cultura cubana. Solo por su orientación sexual.

Esos años coinciden con las UMAP, un capítulo infernal de nuestra historia, que duró desde 1965 a 1968. Imagino el miedo del artista a que lo reclutaran. Podría haberse adelantado a su muerte, suicidándose si le llegaba a ocurrir.

Pese a todo, fue valiente. Para un ojo mucho más sagaz, se descubre una intención en mostrar el lado secreto de su sexualidad en aquella iconografía de héroes revolucionarios, trabajadores, macheteros, con sus fisonomías cuadradas, varoniles; está el de los tres hombres con sombreros de guano, donde uno de ellos le pasa el brazo por los hombros al que tiene al lado, y el tercero los mira de reojo. ¿Son acaso machos cabríos? No es lo que parece, pues los une una extraña amalgama.

No es casualidad que no haya féminas entre esas masculinidades. Sí, le encantaban los hombres, y lo plasmó en cada uno de esos cuadros.

Después, poco a poco, emergieron los jóvenes de rostros delicados, casi femeninos; y las mujeres de cuellos fálicos. Era una nueva concepción. ¿Quería mostrarse al mundo? ¿Lo hacía  exprofeso? Seguramente experimentó una rebeldía interior. Tal vez quiso gritar: ¡Sí, soy maricón y me gustan los penes!

Como todo artista talentoso, quiso moverse en otras disciplinas, estudió diseño de vestuario y escenografía. También el cine reclamó su atención, participando en el documental El Mégano, que luego le sirviera para recrear la vida de los carboneros. Incursionó igualmente en el cartel de cine.

Siempre admiré su manera de crear. Conocí el primer cuadro suyo cuando trabajé en La Casa de las Américas como veladora. Era el único empleo que conseguí en una oficina del Ministerio del trabajo. Pagaban solo 100 pesos al mes. Sin embargo, aprendí algunas nociones sobre arte. Igualmente sacaba libros interesantes de la biblioteca. Fueron dos años de gran actividad.

Aquella pintura al óleo, la vi luego de La tormenta del siglo. Era magnífica, de gran formato, donde sobresalían figuras romboides que se incrustaban en un esplendor amarillo. De más está decir que me enamoré de aquella obra que, si mal no recuerdo, parecía de su etapa cubista. En ese momento me enteré de que la tenían guardada en el almacén de la Galería Latinoamericana. Contrariamente, no se exponía.

Transcurría el viernes 12 de marzo de1993 cuando ocurrió el fenómeno que devastó a La Habana. Se desataron lluvias y vientos de gran inclemencia. Hubo una especie de mar de leva, las aguas del malecón se desbordaron e inundaron toda la calle 3ra.

Por supuesto que en la galería hubo una afectación considerable. Había tierra y piedras en todo el inmueble, muchas artesanías quedaron destruidas. También el cuadro tuvo problemas. Recuerdo que la directora de artes plásticas dijo que necesitaba una restauración urgente, era una pieza invaluable. Días después de la limpieza, vino un grupo de restauradores.

Atesoro hermosas memorias de Villa Lita, la mansión de Paseo entre 17 y 19, en El Vedado, lugar donde se encuentran cuadros, muebles y objetos que le pertenecieron. Me encanta su colección de arte popular, en especial los objetos de cristal, que incluyen botellas de disimiles formas. Cuenta, además, con una biblioteca para realizar estudios e investigación sobre su vida y obra.

En este mismo inmueble, llevaba a mi hijo cada sábado a un taller de pintura. El profesor era una persona gentil y de gran paciencia, pues sus alumnos tenían entre 7 u 8 años.

De ahí resultó la sensibilidad que mi hijo adquirió, al experimentar con el dibujo y la pintura.

Últimamente, cuando ando por esa zona, miro con tristeza que la casa, irónicamente, lleva años en restauración. No se acaba de terminar. Y nadie sabe o no quieren informar sobre el asunto. Da vergüenza ver el jardín descuidado, las plantas secas por falta de riego, y las esculturas abandonadas y repletas de polvo.

Ello implica que no puede ser visitada por el público. Por tanto, la gente que quiere acercarse y conocer sobre Servando Cabrera, debe recurrir a internet, a personas que lo conocieron, a las investigaciones y ensayos que hablan de su trabajo. O buscar biografías de sus amigos artistas, que revelan sucesos donde rabiosos críticos se aventuraron a destruir su producción, aquellos abusos que se cometieron con él. Y los perdones que le deben. Se cumple la cita: Servando no fue profeta en su tierra, en Cuba.

No vale reconciliarse, se necesita decir verdades, y en alta voz.

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Irina Pino

Irina Pino: Nací en medio de carencias, en aquellos años sesenta que marcaron tantas pautas en el mundo. Aunque vivo actualmente en Miramar, extraño el centro de la ciudad, con sus cines y teatros, y la atmósfera bohemia de la Habana Vieja, por donde suelo caminar a menudo. Escribir es lo esencial en mi vida, ya sea poesía, narrativa o artículos, una comunión de ideas que me identifica. Con mi familia y mis amigos, obtengo mi parte de felicidad.

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One thought on “Servando Cabrera en mi memoria

  • Esta vez, Irina nos conduce en el Museo de Bellas Artes, entre los cuadros de Servando Cabrera. Allí somos testigos de cómo el artista, eludiendo una época hostil, busca detalles confusos mediante aproximaciones a las figuras, a fin de lograr la ruptura de la anatomía lógica, al crear las analogías preferenciales de su mente. Imágenes llenas de morbo y de fuerza, de sombras engañosas y descubrimientos monumentales.
    Irina describe con elegancia y enjuicia con respeto y veracidad, un tiempo de horror y de sombras en la historia de un país y de un hombre, del destino de vida de un artista y su tiempo.

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