Brochazos para la fiesta del CDR

Daisy Valera

Me dije que no escribiría nada sobre el cederismo revolucionario (Committees for the Defense of the Revolution).

Nada sobre las plantas destrozadas para adornar los edificios, y menos de la caldosa tradicional-miserable que puede que sea el único pretexto para celebrar.

En el segundo post que publiqué en este sitio ya mencionaba el crítico deterioro de las emblemáticas organizaciones de masa nacionales, pronto harán tres años.

El CDR es la mayor organización de este tipo del país y padece una crónica falta de razón de ser.

Los afiliados al Comité hace mucho que tienen como divisa: ¡sálvese quien pueda!    

Ante las precariedades cotidianas quedó en desuso: ¡defender la Revolución!   

En barrios donde conviven dirigentes mimados, lumpens acaudalados, profesionales mal remunerados y obreros explotados es muy difícil a estas alturas hacer fiestas.

Más si es en defensa de una Revolución que se hizo para y por los humildes,  pero después de medio siglo amenaza con acrecentar las diferencias de clases.

En fin, que las cosas en el patio no andan muy bien, pero el pasado 28 de septiembre era necesario celebrar.

Seguro no pocos, siguiendo un reflejo condicionado, prendieron los equipos de música y escucharon reguetón.

Yo no pretendía hablar de los CDR (Committees for the Defense of the Revolution), no quería repetir lo que muchos saben y otros niegan.

Caminar por la calles del Vedado a inicios de este mes me hizo cambiar de idea.

La calle 23, donde pueden encontrase importantes cines y centros recreativos de la capital era, hasta días previos al 28 del pasado mes, un referente para todos aquellos que quisiera conocer algo sobre el grafiti en Cuba.

Predominaban las firmas de El Sexto, los diseños de Bajo Condiciones Difíciles y otros más complejos como imágenes de perros, personas y rostros.

Todo esto desapareció antes de la gran fiesta nacional que debía realizarse en cada barrio del país.

Los grafitis no fueron tachados por los vecinos, que reunidos en un trabajo voluntario pretendían embellecer el lugar para la conmemoración.

Los chapuceros brochazos en todo los casos de color rosa desteñido denuncian que la intención de sepultar los grafitis no provine de los viven en las cercanías de la concurrida calle.

La uniformidad en el color de una pintura que, lo mismo embadurnó una pared que un puesto de venta de periódicos, nos permite decir que lo que se pretendía no era precisamente retocar los tonos de la comunidad.

Imagino a la brigada de pintores armados con brocha gorda recibiendo la orden: ¡que no quede para el 28 ni un grafiti en 23!

La imagen da risa, estoy segura que no se aleja demasiado de la verdad.   Pero me hacen reír mucho más los que mandaron a dar brochazo, víctimas de un pánico que no da cabida a disimulos.

Ellos los saben bien, el grafiti cubano con el paso del tiempo ha ganado en contenido crítico y reflexivo.

Al final los jóvenes seguirán utilizando este método para expresarse, y como hasta el momento, en contra de los intereses de tan torpes censores.

 

Daisy Valera

Daisy Valera: Edafóloga y Blogger. Escribo desde la Ciudad de México, donde La Habana a veces se hace tan pequeña que llega a desaparecer; pero en otras, la capital cubana es una ciudad tan pasado y presente que te roba la respiración.

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2 thoughts on “Brochazos para la fiesta del CDR

  • buen post. me recordó el muñe soviético de los tubitos de pintura (teniendo en cuenta sus posibles motivos preconcebidos), con el vandalismo de los de negro y la romantica salida shakesperiana de la pareja azul-rosa. aunque esta vez el hecho se troco, en la habana el reguero fue de pintura rosada -parece que los burocratas estan en pro de la batalla contra la homofobia-, llevado a cabo por otros tipos de hooligans y con el espiritu de mancillar la belleza del intelecto callejero nacida sin su permiso.

  • Hace dias la polizia cargo con El Sexto y todavia no se sabe a donde lo llevaron

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