¿Preludio de otra crisis?

Daisy Valera

La última vez que vi una bronca en mi ciudad natal, Sancti Spíritus, tenía entre siete u ocho años de edad.

Las recuerdo bien, porque a  las disputas en mi barrio de los años noventa,  se les ajustaba mejor el adjetivo de riñas tumultuarias o cargas al machete (como las llamaban algunos adultos para ponerles algo de humor al asunto).

Los balcones de mi edificio eran un lugar privilegiado para observar el desarrollo y en ocasiones el desenlace de los altercados, se veían hombre y mujeres con navajas, machetes, ladrillos o cualquier otro instrumento para hacer daño.

Recuerdo que me reía,  no por maldad, creo que por ingenuidad e incomprensión, aquello más me parecía una obra de teatro que la realidad.

Creo que al ser tan pequeña no  puede deducir  por qué  mis vecinos pasaron de engalanar el barrio con plateadas tapas de litros de leche, para las fiestas de los CDR,  a proferirse puñaladas.

Transcurrieron varios años, muchos cubanos se adaptaron a que el salario no les alcanzara,  y aprendieron a resolver.

La creación de empresas mixtas, el desarrollo del turismo y las remesas familiares contribuyeron finalmente a bajar la temperatura social.

Vuelvo a residir en un barrio obrero, desde el 2005 que comencé la universidad pasé de un lugar a otro pero nada como la infinitud de edificios en Alamar.

En el barrio de mi niñez vivían albañiles y trabajadores de una inmensa fábrica de lácteos y conservas, en Alamar conozco también microbrigadistas y obreros de diversas empresas habaneras.

Pero el parecido va un poco más allá y me traslada al pasado, ayer en el edificio donde vivo una familia de vecinos amenazó con matarse a todas voces, llegaron a mis oídos gritos de dolor, de rabia, de portazos y de vidrios rotos.

La discusión se prolongó hasta bien entrada la noche y mantuvo a muchos vigilantes, no me enteré del motivo de la trifulca.

No me pasó lo mismo esta mañana mientras iba a buscar el pan, en otro edificio una señora amenazaba con partirle la crisma a su marido nada más y nada menos que por la comida.

Gritando le increpaba, no debía comerse toda la comida y menos sacar un grano de arroz más de allí, por último le vociferaba – hasta te llévaste el aceite y toda la manteca!!!!!.

Recordé instantáneamente esa canción del proyecto Alamar Express que nos advierte que no hay quien se meta en una casa sin manteca, sonreí (por cubanía, no por maldad) y me hice varias preguntas.

¿Será que no pasaron del todo los 90 en este interesante barrio de la capital?

¿O son los proyectados despidos, la dificultad de conseguir alimentos, los bajos salarios y otros persistentes problemas los que desencadenarán nuevas cargas al machete?

 

Daisy Valera

Daisy Valera: Edafóloga y Blogger. Escribo desde la Ciudad de México, donde La Habana a veces se hace tan pequeña que llega a desaparecer; pero en otras, la capital cubana es una ciudad tan pasado y presente que te roba la respiración.

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