Mi feria chiquita

 

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

Entrada a la fortaleza de La Cabaña sede de las Ferias del Libro.

HAVANA TIMES – El domingo terminó la primera etapa de la XXVII Feria Internacional del Libro de La Habana.  Aunque el nombre le quedó,  al evento le crecieron extensiones hacia el resto del país que se desarrollarán en las siguientes semanas. En todo caso, ya yo vacié los bolsillos de mi chaleco de fotorreportero aficionado y lo añadí al montón de ropa para lavar. Así doy por concluida mi participación.

Una vez más pedí vacaciones en mi hospital para disfrutar de esos días de fiesta literaria. Eso no impidió que tuviera que asistir a un par de operaciones neuroquirúrgicas con el método estereotáxico, cuya parte física yo manejo. Ya ajustaré cuentas con los neurocirujanos. Los restantes días, mi participación de la Feria tampoco fue tan extensa como otros años. Mis habituales patrocinadores, del portal Cubaliteraria, limitaron un poco su actividad y caí del lado racionalizado. Algún articulillo mío siempre recibieron, pero ínfimo comparado con ediciones anteriores. Por el lado del vaso medio lleno, eso me dio más libertad para andar con más calma y hacer más lo que quisiera.

Mi impresión subjetiva es que todo el evento, en general, estuvo limitado en relación con los años anteriores. Tal vez quienes se interesen y manejen las cifras concretas de participantes y ventas me desmientan, pero eso es lo de menos. Una vez más, se ofreció todo lo que se puede razonablemente pedir para pasar las experiencias más gratificantes, literarias y de otras manifestaciones culturales. De acuerdo con el hueco en mi bolsillo, los libros en moneda nacional estaban incluso ligeramente más económicos que los de veces anteriores. Acotemos que todo mi tiempo de Feria lo pasé en la sede de la fortaleza de La Cabaña, y otras subsedes también vieron actividades.

Mi Selfie. Al fondo Frei Betto firmando autógrafos.

Los pabellones foráneos estaban cargados con el esperado colorido y pompa de los buenos comerciantes. No faltaban las imágenes deslumbrantes de dinosaurios, princesas de las nieves, futbolistas famosos, muchos ejemplares de Best Sellers y todo eso que molesta a los estirados. Tampoco faltaban las tentaciones irresistibles para los frikies de la Tierra Media, las sagas de John Nieve y Daenerys de las Tormentas. También estaban los ya familiares sellos editoriales de signo izquierdista como Ocean Surf y Pathfinder, de quienes soy asiduo. Las casas editoriales rusas y alemanas traían sus colecciones, para gusto de quienes aprecian aquellas culturas e idiomas. Como de costumbre, el esperanto y el braille aumentaban las opciones para amantes de la lectura en sus modalidades. Varias revistas y sitios de información digitales atraían al público con sus ofertas. 

Los chinos, ah, los chinos, que vinieron como país invitado de honor. Su pabellón era muy decoroso, aunque yo esperaba tal vez más dragones, farolas y el resto de la teatralidad que uno más o menos asume que encontrará. Eso puede resultar estereotípico de mi parte, reconozco. Evidentemente me perdí las mejores partes por lo limitado de mi participación, deduzco, tras mirar las carteleras.

Una actividad muy significativa para mi familia lo constituyó la presentación del libro Iconografía de la Guerra de los Diez Años, coescrito por Manuel Moreno Fraginals, Zoila Lapique Becali y Beatriz Moreno Masó. Tuve el gusto de cubrir esa actividad para Cubaliteraria y recibí halagos por el textillo entregado. El libro está buenísimo, se los recomiendo imparcialmente y sin ningún interés personal, je je je.

Un día pasamos un susto. Parece que unos cables eléctricos no resistieron la carga y empezaron a soltar humo. Los bomberos ejecutaron una intervención relampagueante, evacuaron las oficinas correspondientes y se controló la  situación sin mayores consecuencias.

Otras presentaciones que cubrí fueron las de Pascual Serrano y Frey Betto. El periodista español anda fajado con la supuesta neutralidad, ajena a los ideales que estima en el buen reportero. Lo seguí tan fijamente que parece que lo impresioné y me puso una dedicatoria especial en el libro de él que compré. El fraile brasileño sigue fresco como una lechuga [1]. Acostumbrado al púlpito, habla de pie y encanta a la audiencia. También me llevo su autógrafo en sendos volúmenes.

Presentación de libro Iconografía de la Guerra de los Diez Años.

Un día que escribía uno de los artículos, escuchaba al lado una intervención que parecía prometedora. El representante del sitio La Jiribilla hablaba razonablemente de lo inadecuado de la censura en la prensa. Parecía que se iba a desconectar decorosamente del lenguaje oficialista más conservador. En un decepcionante final, acordó con parte del público que Leonardo Padura era un mal tipo y que las principales razones para publicarlo eran para “matar al fantasma” y no dar la razón a quienes afirmaran que estaba prohibido en Cuba. Por mi parte, compro sus libros para disfrutar, como tantos otros lectores y lectoras, de sus valores literarios y humanísticos. Espero que nunca les de por invertir un centavo acá en publicar otras verdaderas bazofias, solo por ceder a cualquier manipulación desde otros medios.

En resumen, días amenos que disfruté. Espero que esos eventos resistan los embates de las penurias económicas que se mantienen en nuestro futuro, para el bien del público y la cultura cubana.
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[1] Frase coloquial, empleada con el significado de alegre, vital, juvenil.