La feria de los tontos

Por Lorenzo Martín

HAVANA TIMES – Con perdón del cantautor Carlos Varela uso el título de una de sus canciones, es que no encontré uno más adecuado.

El sábado anterior como de costumbre fui a visitar a la vieja a Playa. Para fatalidad mía el ómnibus se rompió apenas pasar el túnel de 5ta avenida y tuve que realizar el trayecto hasta 68 a pie.  Dispuesto a disfrutar el paseo tomé la avenida 31 rumbo a mi destino sin saber que me esperaban sorpresas en el camino.

Pasando la calle 20 era audible un audio amplificado, que luego supe venia desde la glorieta del parque que hace esquina en 30 y 31. Apenas las 8.30 am y la bulla se escuchaba a más de tres cuadras, no quiero imaginar cómo se sentiría algún vecino cercano que intentara descansar a esas horas…

Una animadora de la UJC (Juventud Comunista), acompañada de varios dirigentes de comercio y del Poder Popular, invitaba al público a bailar al ritmo de reggaeton, mientras señalaba que se estaba llevando a cabo una feria agropecuaria. Por cierto, lo de agro lo entendí, lo de pecuaria no ya que no vi a ningún campesino vendiendo animales vivos o muertos.

Al acercarme pudo más la curiosidad que el apuro que pudiera tener por llegar y decidí pasar por el medio de la feria para ver que había interesante para comprar. A un costado del parque, ocupando la calle 29, se encontraban parqueados múltiples camiones que vendían directamente desde ellos disimiles productos. También, en improvisadas tarimas, a lo largo de toda la acera se realizaba la venta de productos tanto del agro como industriales.

La gente deambulaba de una tarima a otra buscando la mejor calidad de los producto, porque los precios eran invariables. En realidad, había bastante variedad desde habichuelas hasta mangos, maíz tierno y otros productos del agro, aunque algunos dejaban mucho que desear en cuanto al aspecto y calidad.

Entre los productos industriales encontré jabones, detergentes, papel higiénico, almohadillas sanitarias, colonias y otros productos de aseo personal, tanto de fabricación nacional como de reconocidas marcas. Habían cajas de galletas Pinocho, lo que me llamo mucho la atención porque en voz de la animadora los vendedores eran particulares o las conocidas MYPIME. Ahí mismo comencé a cuestionarme quien podría tener una fábrica de galletas industrial en su casa y hasta usar una marca propiedad de la industria alimentaria cubana.

Entre los productos industriales encontré aceite, uno de los grandes ausentes de la cocina cubana actual, a precios de mercado informal, vendido a plena luz del día y con el beneplácito de las autoridades. De la cocina había vinagres, condimentos, pastillas de caldo concentrado, espaguetis, puré de tomate y muchísimos otros productos, una vez mas de fabricación industrial y a precios de mercado ilicito o muy cercano. Hasta pan fresco, a los mismos exorbitantes precios, encontré.

El producto estrella de la venduta era el pollo. Si, ese mismo que constituye la mayor parte de la proteína que consume el cubano de a pie en estos momentos y que lleva más de un mes sin entrar en las tiendas de moneda nacional. Resulta que más de la mitad de los camiones vendían pollo por cajas al “módico precio” de 7500 pesos la caja de 15 kilogramos, en un país donde un médico especialista cobra 6200 pesos mensuales. El que quisiera solo pudiera comprar una par de libras no podría, o compras la caja completa o te quedas sin proteína.

Mire a mi alrededor y me convencí de que no solo estaba en la feria de los tontos, sino de que vivimos en un país de tontos. Un país donde el gobierno dicta los precios arbitrariamente, y emplea una horda de inspectores acompañados de policías para perseguir y multar a los vendedores que considera que están imponiendo precios abusivos, pero de pronto hace una feria y emplea los mismos precios del mercado ilicito.

Me maravilló ver a la gente contenta de la oferta, haciendo las filas disciplinadamente, dando loas a la iniciativa gubernamental y hasta bailando al ritmo del estridente regaeton. Definitivamente el sentido crítico de este pueblo esta terriblemente atrofiado.  Compré unas mazorcas de maíz, un par de libras de boniato y un par de mangos que a mamá le encantan, los eché en la mochila y me fui cantando con Varela:

“Vengan, vengan a la feria de los tontos

Ya comienza el circo pronto

Tenemos domadores, marionetas, magos y caretas

Vengan, vengan a la casa de los juegos

Donde se reparte el miedo

Y todos llevan una venda y un bastón de ciegos”

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