De vuelta al ruedo y el fallecimiento de mi querida vecina

Por Lorenzo Martín Martínes

HAVANA TIMES – Llevaba varias semanas sin escribir y contarles las peripecias de ser cubano en Cuba. Pido mil disculpas a los seguidores de mi diario, es que se me había roto la pc y ya pueden imaginar lo complicado que puede ser eso en un país donde no existe mercado formal de piezas o computadoras.

Sucedió que, entre los apagones que nos acosan nuevamente desde febrero, un buen día, un cambio o desajuste de frecuencia en las líneas le dio por afectar los equipos eléctricos y la gracia me costó un teléfono inalámbrico y la computadora. Por supuesto que la empresa eléctrica no se hizo cargo de los daños causados:  como botón basta saber que a una familia que perdió todos los equipos por exceso de voltaje la indemnizaron con apenas 200 MLC, lo que les debe alcanzar para comprar una cafetera y una plancha, no más.

Motherboard

Gracias a Dios manos amigas me trajeron del exterior las piezas necesarias, que además fueron pagadas por mi hija allá. El ahorro económico fue importante ya que una pieza puesta en Cuba puede costar el doble y más del precio de tienda en cualquier parte del mundo.  La fuente de corriente aquí costaba 260 dólares en revolico mientras que a mi hija le salió en solo 79, mientras que el motherboard que le costó a mi nena 99, acá lo ofrecían en 350, y con el incentivo de “ganga”.

Fuente de la computadora

De mi última publicación hasta acá no hay tanto que contar; en la Isla de la desidia las cosas no cambian mucho y si cambian es para empeorar. A veces me aburro de escribir siempre sobre miseria y tristeza, pero les juro que no veo más nada a mi alrededor. Ya ni morir en paz se puede.

Mi vecina Finita falleció la semana pasada y al carecer de familia los vecinos nos encargamos de darle un funeral lo más digno posible, con velatorio incluido. Las aventuras comenzaron desde el primer momento. Primero no había carro fúnebre para recogerla en la casa y demoraron más de ocho horas en venir a buscarla, con lo que el cuerpo comenzó a hincharse a ojos vistas. Descubrimos su fallecimiento sobre las 10 de la mañana, sobre las 11:30 el medico certificó su muerte y el dichoso carro no vino hasta las siete de la noche.

En la funeraria no se detuvieron los percances. El primero de todos es que no nos aparecía el carnet de identidad de Fina y solo teníamos una inscripción de nacimiento de alguna parroquia de España que ella siempre tenia a mano para demostrar su origen extranjero a quien quisiera escucharla.

Casi tuvimos que llamar a un ministro para que aceptaran el certificado de nacimiento como documento identitario y hasta amenazamos con dejarla en el carro fúnebre y marcharnos para hacerlos entrar en razón.  Los directivos de la funeraria querían que fuéramos a un registro civil y solicitáramos un carnet de identidad nuevo a esa hora, sabiendo que no abren hasta la mañana.

Esa fue la gota que me sobrepasó porque no se me ocurría dónde guardar el cuerpo durante los tres meses aproximados que dura el trámite en la actualidad… en mi refrigerador no cabía y los vecinos que tuvieran nevera estoy seguro de que no les agradaría la tarea, en fin, locuras que suceden solo en Cuba.

Solucionado este primer entuerto hicimos tertulia alrededor del cuerpo, como es habitual en estas tierras. En Cuba un velorio es siempre motivo para el reencuentro de amigos, familiares y vecinos que se ponen al día mientras toman café y algunos hasta ron. Del féretro mejor ni les detallo, debí sacarle fotos: medio despegada la madera por debajo, el forro interior apenas alcanzaba de los hombros hacia arriba y lucía sucia, como reutilizada, el cristal reutilizado a ojos vistas y el forro exterior mal ajustado y despegado por varios lugares.

Por suerte al amanecer vino un representante de la sociedad de Naturales de Ortigueira, a la cual ella pertenecía, y nos ofreció el panteón de ellos como lugar de descanso para sus restos y esto nos evitó la penosa necesidad de enterrarla en una fosa común. Pero no crean que con este feliz ofrecimiento terminaron las penurias.

El entierro programado para las ocho de la mañana tuvo que tardarse hasta las 10:30 porque al único carro fúnebre asignado a la funeraria de Zanja le dio por romperse y no fue hasta esa hora que apareció. Hora en que el cuerpo, ya en franca descomposición, comenzaba a oler bastante mal.

El cementerio de Colon

Una vez en el cementerio nos avisan que de los cuatro enterradores en plantilla, dos habían faltado al trabajo y como había tres entierros previos debíamos esperar.  Por un momento pensé que estaba viviendo en una comedia de absurdos cuando el conductor del carro nos dijo que bajáramos el féretro y esperáramos nuestro turno, en ese momento noté varias familias con el cajón de su muerto descansando en el suelo en espera de los enterradores. Finalmente, los mismos vecinos hicimos la tarea de los enterradores, dejándoles solo la tarea de sellar la tumba cuando tuvieran tiempo.

Si creen que todo esto es algo de estos difíciles tiempos, recomiendo la película cubana “La muerte de un burócrata”, del año 1966.

Panteón Naturales de Ortigueira

En fin, como les contaba, acá nada cambia y si lo hace es para peor. El edificio luce muy vacío sin Finita y es evidente que los vecinos la extrañamos, incluso los que no se llevaban muy bien con ella. De moraleja me queda que para morir vamos a tener que hacer como los elefantes: buscar un lugar apartado de la civilización, donde no moleste a nadie y dejar nuestros huesos descansar en paz, porque morirse acá dan deseos de volver a morirse.

Y acá estoy, de vuelta al ruedo, para contarles la aventura de vivir en la isla del absurdo.

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2 thoughts on “De vuelta al ruedo y el fallecimiento de mi querida vecina

  • ¿Cómo es posible que situaciones tan lamentables se empiecen a volver comunes en un pais como lo es Cuba?

  • Desde hace años es evidente el deterioro en los servicios funerarios. En un país que la vida no vale nada mucho menos vale la muerte.

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