Sólo la libertad como alimento

Por Amrit

Gorrion

HAVANA TIMES, 6 feb — Uno de los ejemplos de dignidad más grandes que he visto en mi vida, me lo ha ofrecido el gorrión, esa ave pequeña, tan común en las ciudades, que busca migajas en aceras y pavimentos ante la indiferencia de los transeúntes.

Hasta los chiquillos más diestros en atrapar pájaros silvestres para venderlos como mascotas (involuntarias), saben que el gorrión no es una opción en este mercado, porque no se adapta al cautiverio, rehúsa probar alimento, y muere.

Existe, en el argot popular, una metáfora de esta tristeza, esta hambre de cielo. Se dice, “tengo un gorrión…” cuando uno está deprimido o nostálgico.

Hay una imagen que me marcó, hace años, cuando recogí a un pichón de gorrión e intenté alimentarlo con pan mojado en leche hasta que desarrollara sus alas lo suficiente para devolverlo al aire. Comió solo por uno o dos días.

Luego se negaba a abrir el pico para ser alimentado, pero en cambio avanzó dando saltitos hasta la franja de una persiana abierta y ahí se quedó, contemplando el cielo. Ahí murió.

Todavía, cuando recuerdo esto, siento dolor por mi impotencia. Y siento vergüenza de nosotros, seres humanos superiores en la escala evolutiva, que jugamos a destruir nidos, a restringir el movimiento de otros, a provocar su muerte.

A veces me he preguntado cuántos gorriones debieron morir (o aún mueren) para que el ser humano aprenda a respetar su derecho al espacio como país, y la inutilidad de sus trampas y  jaulas. La inutilidad de su astucia y el artificio de una cuota de alpiste y restricciones tangibles.

Pero desde ayer, este pensamiento ha fluctuado en mi mente, una y otra vez, revolviendo la conciencia de la imposibilidad, y la tristeza.

Leí recientemente en Havana Times que un preso “común” murió a consecuencia de una huelga de hambre en Santiago de Cuba.

Todo lo demás, la resaca de ataques y chismes, especulaciones o verdades-mentiras negadas, afirmadas, desechadas, retomadas… me produjo un efecto aún peor que esa noticia.

No quiero sumar una gota de hiel a tanta confusión. A donde quiera que miro, veo que la historia de la humanidad es la misma, en todas las épocas y la diferencia de culturas no mejora el egoísmo individual (y la suma de éstos) que es la esencia de cualquier fragmentación y vulnerabilidad para la manipulación.

Pero es asombroso que estemos tan hipnotizados con los fuegos fatuos de la política, y no apelemos al sentido mínimo común, (si somos realmente tan desconfiados), de indagar por nosotros mismos.

Pero ¿a quién le importa la verdad? No a esa juventud cuya rabia o decepción sólo alcanza para acrecentar la urgencia por emigrar, no a los que estamos atrapados (entretenidos) en la agonía por la supervivencia, no a los que son beneficiados directamente por la arbitrariedad que manifiestan, no a los que farfullan protestas en lo invisible, no a los que protestan en lo visible y se pierden en subrepticias rivalidades de protagonismo o en la gratificación de un supuesto altruismo…

Los dramas individuales son eso: dramas individuales. Importan al que lo está viviendo directamente. Y lo que uno no atestigua por sí mismo, puede muy bien no ser cierto.

A fin de cuentas, los países y sociedades han sido construidos con guerras y traiciones, con ingratitudes y abusos. Y es sobre esas mismas calles y plazas (que aún rezuman lamentos y gritos), que luego se erigen grandes monumentos.

Nadie va a cambiar el mundo, ¿verdad? Y qué importa que un hombre haya muerto reclamando un derecho que se le negaba, una dignidad que se le negaba. En esta carrera individual que elegimos, al final también nos tocará descubrir que estamos solos, con nuestro sueño de libertad, como el gorrión en la franja de la persiana.

Pero los que nos confinan, o los que no nos apoyan, tampoco podrán arrebatarnos el derecho a no comer, o a esa pequeña, esa restringida visión del cielo.

3 thoughts on “Sólo la libertad como alimento

  • Muy bonito su artículo, pero como usted mismo dice: “Pero los que nos confinan, o los que no nos apoyan, tampoco podrán arrebatarnos el derecho a no comer, o a esa pequeña, esa restrigida vision del cielo.”
    Esa es la historia de ese joven, Wilman Villar, murió como ese gorrión, no comió porque le quitaron su derecho a vivir en libertad.

  • Los animales en los zoos están seguros y no les falta ningún alimento.

    Sin embargo, los animales prefieren vivir en la selva donde tienen que pelearse por los alimentos y están rodeados de un montón de peligros.

  • El elefante elige no reproducirse en cautiverio, como los cubanos que aplazan tener crías hasta la salida del país. Y después echan las culpas a la falta de amor. Saludos desde el infierno.

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