¿Y por qué no se quedó?

Yusimí Rodríguez

El malecón de Manzanillo, Granma. Foto: Caridad

HAVANA TIMES, 26 de marzo — Carlos se casó con una mujer inglesa en el 2003, pero no viajó enseguida a Inglaterra. Primero fue a su provincia natal en el oriente del país para visitar a su familia. Allí conoció a una muchacha con la que hubiera podido compartir el resto de su vida si la hubiese conocido antes, pero ya era un hombre casado y su futuro parecía decidido. Así es que finalmente viajó hacia el país de su esposa.

“Cuando sales del país, te entregan una tarjeta blanca rectangular (carta blanca) que tiene escrito: Consérvese hasta el regreso al país. Debes mostrarla, junto al permiso de emigración, al oficial de inmigración que es la última persona que ves antes de subirte al avión,” me explica Carlos.

Pero lo que es un cuento de hadas para muchos cubanos: casarse con una persona extranjera y emigrar, preferiblemente a un país del primer mundo, no tuvo el final feliz de vivieron felices para siempre. La pareja discrepaba en muchas cosas, entre ellas, el hecho de que él regresara a Cuba en algún momento.

A los pocos meses de vivir en Londres, Carlos telefoneó desde Inglaterra a Clari, aquella muchacha que había conocido durante la visita a su familia. La verdad es que la había llamado en otras ocasiones, en muchas ocasiones para ser franca. Pero a diferencia de otras veces, cuando conversaban y él le ponía canciones de Ricardo Arjona por teléfono, esta vez le preguntó si se casaría con él, si él regresaba a Cuba.

Cuatro meses y medio después de salir de su país, Carlos entraba al Aeropuerto en Cuba y la primera persona que encontró fue un oficial de Inmigración.

“Ese es el procedimiento, me explica Carlos, debes mostrarle la Carta Blanca (si la extraviaste, debes pagar 150 CUCs para volver a recibirla y poder mostrarla). Luego pasas a la Aduana. Esto no permite margen de error.”

Pero al parecer, los errores siempre encuentran un pequeño espacio para colarse. O tal vez, lo que ocurre es que incluso las personas que ocupan altas responsabilidades en el país no conciben que una persona que salga de aquí en las condiciones que lo hizo Carlos, pueda querer regresar.

"Cuando estás fuera le faltas a tu familia, pero tu familia también te falta a ti."

El hecho es que la Oficina de Inmigración y Extranjería comunicó a la OFICODA (Oficina de Control de Distribución de Alimentos) que no debía despacharse a la familia del ciudadano Carlos los alimentos de la canasta básica que le correspondían a él por la libreta de abastecimiento, porque él se había quedado en Londres en calidad de emigrante.

Esto es lo que hubieran podido concluir si Carlos no hubiera regresado al cumplirse once meses de estar fuera del país, pero él estaba aquí antes de que transcurrieran cinco. O sea que, aún cuando tenía la prueba más contundente de que no había abandonado el país: su presencia aquí, Carlos estuvo fuera de la libreta de abastecimiento durante seis meses.

Decidió ir a la Oficina de Inmigración y Extranjería para exponer lo que le había sucedido. Allí se entrevistó con un teniente coronel.

“¿Quién me resarce por estos seis meses sin libreta de abastecimiento, siendo un ciudadano cubano residente en el país?” dijo Carlos.

“Esos son los errores sobre la base de los cuales se construye la Revolución,” fue la respuesta del oficial.

“Es una pena que esos errores se cometan con los que deseamos estar aquí”, respondió Carlos y le mostró el Permiso de Residencia en el Extranjero que había recibido durante su estancia en Londres.  Tuvo la opción de quedarse en Londres aún habiéndose separado de su esposa.

Bicitaxi en La Habana. Foto: Caridad

Este es un hombre que domina el inglés además del portugués y el italiano. Estudió Derecho y se graduó aunque nunca recibió el título porque no terminó de cumplir el servicio social. No es una persona que tenga miedo del trabajo. Cuando llegó de su provincia a la capital trabajó manejando un bici-taxi, en la construcción, lavó carros en hoteles, fue profesor de inglés en una escuela, trabajó nuevamente en la construcción y luego en Fiscalía, al terminar la carrera de Derecho. En el momento que le sucedió todo esto, contaba solo treinta años.

“¿Y por qué no se quedó?” le preguntó el oficial.

Confieso que no pude evitar preguntarle lo mismo.

“Porque aquí tengo mi familia. Está la tía que me crió; tiene ahora 74 años, y tengo con ella una deuda de gratitud que es para toda la vida. Cuando estás fuera le faltas a tu familia, pero tu familia también te falta a ti. Pero además yo nací aquí y me quiero morir en este país. Yo estoy orgulloso de ser cubano”, contestó Carlos.

No voy a negar mi asombro, pero sus motivos me inspiraron respeto.  En cuanto a la reacción del teniente coronel, se limitó a decirle: “Felicidades”, y darle la espalda.

Algunos le han dicho a Carlos que fue un imbécil al regresar, y mucho más al quedarse en Cuba, teniendo la posibilidad de irse.  El se casó con Clari y construyeron juntos la casa dónde viven ahora.

Cuando digo que lo hicieron juntos me refiero a que ella cargó sacos de cemento a la par de él. Es una de las cosas que más admira de ella.

Ahora a Carlos le toca nuevamente sufrir los problemas diarios de cualquier cubano, pero a diferencia de muchos que prefieren decir las cosas en las paradas de guaguas y las colas, él prefiere hacerlo en las asambleas de rendición de cuentas, como es su derecho.  Pero sobre eso espero poder hablar en otro trabajo.