Caso insólito

Jorge Milanes Despaigne

“¡Corre, Esperancita!.” gritó el señor que vive dos casas más allá de donde vivo, tras escucharse un estruendo en el interior de su cocina.

Se había subido en una escalera para pintar el techo y estando en tal empeño, perdió el equilibrio y fue a parar al suelo.  De más está decir el susto que se dio Esperanza, quien corrió a auxiliar a su marido.

Él había caído al suelo de pie, una muy peligrosa forma, sin flexionar siquiera la rodilla.  Con bastante esfuerzo lo llevó a la policlínica —aquí le llamamos policlínico— más cercana, ante el profundo dolor que comenzó a sentir.

El médico de guardia lo examinó, sobre todo, puso especial interés en las piernas, protagonistas fundamentales del impacto.  Mandó a hacer una placa en los pies después de asegurarse de que las rodillas estaban bien.

Hubo que esperar media hora para recibir la placa de manos del técnico en rayos x, hasta llevarla nuevamente al médico, quien esperaba el resultado desde su consulta.

Una vez que la mostraron al doctor, éste estuvo mirándola a tras luz, se puso de pie con cara de sorpresa y exclamó: “Esto no pude ser, ay, es increíble”.  Esperanza se agitó tanto como su marido, cuando se congregaron a su alrededor los estudiantes de medicina para ver, en palabras del propio médico, “este caso insólito.”

“Pero dígame, doctor, ¿lo que tiene mi marido es grave?”, ella se mostró abrumada.  Y el médico, que hasta ese minuto se había mostrado reticente, dijo:

“No, señora, no es que sea grave…habrá que enyesarlo por un par de meses…lo que duele a su esposo en el carcañal es un espolón que con la caída, se le fracturó.  Es lo mismo que hacemos los ortopédicos cuando operamos estos casos, solo que se operó él mismo”.