Hacerse viejo en cuba

Regina Cano

Foto: Jorge Luis Baños/IPS

Envejece la generación de los que nacieron o eran niños cuando triunfó la Revolución Cubana.

Todos nos ponemos más viejos desde el primer día de vida, pero es lastimero verlos a esta edad debatirse entre los achaques, la blanda comida y la concreta realidad que trae nuevas vicisitudes y un movedizo soporte para sus descendientes.

Esto atañe también a los de cuarenta y pico de años que nacieron después del ´59 y que ya se acercan a los cincuenta –la llamada generación perdida.

Envejecer debe ser un movimiento lento y reconfortante, no el dolor de la prontitud porque muchas cosas han sobrevivido en la premura y el temer por las últimas circunstancias.

El escenario presente con nuevas generaciones con otro sentido de la humildad y el respeto, con una preparación profesional hecha de emergencias y el desinterés que provoca querer llegar a una meta realizando pocos esfuerzos, nos corta el aliento.

Muchos han resultado enfermeros, fisioterapeutas, médicos, trabajadores sociales, instructores de arte y maestros, quienes atenderán y formarán al resto de la sociedad para un futuro no tan lejano.

Espero que tengan la curiosidad y necesidad de que al querer mantener este status, se vean obligados a buscar soluciones reparadoras, adecuadas y tal vez dolorosas, pero soluciones que le den la profesionalidad necesaria.

Graduarse en la Universidad es una meta deseada y no ha sido difícil cumplimentarla, pues la masificación de estos estudios es común y lo facilita.

Cómo no temblar ante la idea de los tratos que produzca esta inestable interrelación social.

Les aseguro que un mal pinchazo, una medicación errónea, dar malos ejemplos morales, tomar inadecuadas decisiones o poner mal un yeso en una fractura, que invalide para siempre al otro, son cosas que pueden ocurrir por errores humanos, pero si esto aumenta a un mayor porciento de ocurrencia a causa de la inhabilidad profesional, es para tenerles miedo.

Porque dentro de un tiempo, seremos nosotros los que nos debatamos entre la comida blanda y la cruda realidad. Ya de hecho hacemos fila.