Desde las gradas: Béisbol y política en Cuba

Yusimí Rodríguez

Fanáticos de la pelota cubana. Foto: Rosa Martinez

HAVANA TIMES, 23 abril — El sábado comienza la final de la Serie de Oro del béisbol cubano. Es una final inédita. Pinar del Río saldrá a recuperar el título después de trece años y Ciego de Ávila ha llegado a la discusión del oro por primera vez. La gente en la calle especula y hace apuestas sobre el ganador. Sí, incluso en La Habana.

Los capitalinos se han ido recuperando de la ausencia de Industriales en el play off, hacen comentarios y hasta escogen su equipo, provisionalmente, solo para esta final en la que los Azules se quedaron fuera. El problema es que hay que “irle” a alguien, tomar partido. No se puede ser neutral frente a un juego de pelota.

Hay quién me dice: “Yo le voy a Pinar, antes que gane Oriente, que gane Occidente.” Esa es la constante de nuestras series, no importa qué ocurra durante la fase clasificatoria, la final será una discusión entre Occidente y Oriente; año tras año perpetuamos la rivalidad y el regionalismo.

Qué casualidad que ese regionalismo haya sido una de las causas de la derrota del Ejército Libertador en la Guerra de los Diez Años.

Eso no viene al caso ahora, después del triunfo revolucionario todos estamos unidos. Este es un regionalismo saludable, deportivo, aunque los de Occidente, sobre todo los habaneros, aprovechen en el estadio para gritarle “palestinos” a los seguidores de los equipos orientales.

Pero no todos en la capital están con los pinareños: “Ciego ha tenido tremenda campaña y merece ganar.” Cualquier argumento es válido, lo importante es tener un favorito, y si es posible que gane.

Ganas de llamar por teléfono

¿Pero sabe qué es lo jodido de verdad, cuando se es una apasionada o apasionado del béisbol? Que una está viendo el juego desde las gradas (o frente a la TV) y no pueda hacer nada cuando al manager de su equipo preferido se le ocurre que el cuarto bate toque la bola, o no saque a batear a un emergente en el séptimo inning con las bases llenas, sin out, y esté al bate un hombre que se ha tomado tres ponches.

Amantes de la pelota en el Parque Central de La Habana. Foto: Caridad

En Guantánamo, la gente debe estar preguntándose aún por qué el manager decidió, en el último inning y con el juego empatado frente a Granma y en condición de visitador, que se le lanzara a un tipo como Despaigne, un pelotero tan oportuno y de tanta fuerza al bate —ya había dado home run, con ese batazo empató el juego.

¿Y qué pasa cuando el equipo Cuba juega en un evento internacional y desde aquí estamos viendo que hay que cambiar al pitcher? Te dan ganas de llamar por teléfono al manager para decirle: “Compadre, acabe de sentar a ese hombre, no da más.” Cuánto no daría por poder hacerlo. Eso solo lo podría hacer alguien con mucha autoridad, aunque no sepa nada de pelota.

Eternos espectadores

Nosotros, por mucho que sepamos, somos simples espectadores, solo nos toca mirar y conformarnos con el resultado. Así hemos mirado el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, que acaba de finalizar.

Tuvimos nuestra oportunidad de jugar un papel activo durante las reuniones para debatir los lineamientos del PCC. No formábamos parte del equipo que los elaboró, pero al menos tuvimos la oportunidad de discutirlos.

El pueblo cubano ha tenido de qué hablar en las paradas de ómnibus, colas, en los centros de trabajo y hogares a lo largo de los días que corren. Por un lado está la final de la Serie de Oro, por el otro el VI Congreso del PCC. Pero por mucho que nos guste la pelota, sabemos que el resultado final de la Serie no representará ningún cambio significativo en nuestras vidas, ni siquiera en las vidas de los pobladores de la provincia que resulte ganadora, más allá de la emoción del momento y algunos días de fiesta con pipas de cerveza y reggueatón. Es en el Congreso dónde se debatió el futuro del país.

¿Quién ganó?

Del congreso del PCC. Foto: Jorge Luis Baños/IPS

Sin embargo, el mayor suspense se ha generado alrededor de la final de la Serie y no con el Congreso. La gente daba los lineamientos por aprobados. Ya se conformó el nuevo Comité Central y el nuevo Buró Político —hay en su composición miembros antiguos y otros nuevos (muy pocos)—, y se eligió al Primer Secretario —que eligieran a Raúl Castro no resultaría una sorpresa.

En la noche del martes me encontré con un amigo que no había podido ver la sesión de clausura del Congreso, por lo tanto no sabía quién resultó electo Primer Secretario del Partido: “¿Quién salió, Raúl o de nuevo Fidel?” “Raúl” —dije, automáticamente me pregunté: ¿Y no cabía otra posibilidad? ¿No había otros candidatos para el puesto de Primer Secretario del PCC? Lo interesante es que no se me había ocurrido que pudiera salir electo otra persona.

El año pasado leí en un artículo del diario Granma acerca de la Serie de Béisbol. El autor decía que en un juego de pelota hay una dramaturgia, tal como en una película u obra de teatro. Pero no solo hay similitudes, también diferencias: en el béisbol esa dramaturgia no es planificada, por eso nos sorprende.

Un juego de un solo lado

El Congreso es como un juego de pelota que se va de un solo lado; a la altura del tercer inning ya hay diferencia de diez carreras a favor de un equipo y todo apunta a súper nock out; el juego pierde el encanto. Por esa razón apagas la TV, hay un solo equipo en el terreno —o te quedas mirándolo por pura inercia, aunque de antemano se sepa cuál será el final.

Cuando termine la Serie habrá un campeón occidental u oriental. La fórmula se repite para mantener la sana rivalidad. Antes y después del Congreso teníamos y tendremos un solo Partido, porque lo más importante es la Unidad.

Delegados al VI Congreso del PCC. Foto: Jorge Luis Baños/IPS

No importa que no todos los cubanos estén representados por ese único partido político. No importa que no todos los sean comunistas, que no todos estén de acuerdo con el Gobierno.

Por lo menos ahora muchas mujeres y personas negras se sentirán un poco representadas porque al fin, cincuenta y un años después del triunfo revolucionario, a cuarenta y seis de la fundación del Partido Comunista, y a treinta y seis de su 1mer. Congreso, hay una balanceada composición racial y de género en el Comité Central.

El compañero Raúl notó que la representación de descendientes de esclavos traídos de África no era suficiente y decidió resolver ese problema. El eterno líder de la Revolución, el compañero Fidel Castro Ruz, dijo posteriormente que le parecía muy bien que existiera ese balance.

Qué curioso, esos detalles no parecen preocuparnos cuando se trata de un juego de pelota; lo importante es que el jugador sea bueno a la ofensiva y en la defensa. La gente en la calle dice que a la hora de integrar el equipo para los eventos internacionales sí entran otros factores en juego: la ideología, el grado de compromiso con la Revolución —o sea, la posibilidad de que el tipo se las deje en la mano cuando llegue al extranjero—. El problema es que estas cosas son menos evidentes que el color de la piel.

Por lo demás, antes del Congreso sabíamos lo que pasaría luego de su clausura: los lineamientos serían aprobados, la libreta de abastecimiento desaparecerá gradualmente, se reorganizará la fuerza laboral —o sea: despidos—, que marchamos hacia la actualización de nuestro Socialismo —”sin prisa, pero sin pausa” (según las propias palabras del actual Primer Secretario del Partido y Presidente de la República).

En el año 1968, con la llamada Ofensiva Revolucionaria, se eliminó hasta la pequeña propiedad privada, acabando así con los “últimos vestigios de la burguesía.” Cuarenta y tres años después, el socialismo es compatible con los negocios privados.

Se reparten más licencias que en los años noventa (y se devuelven muchas más porque los impuestos son muy altos y la competencia crece). Pero como en la pelota, es válido hacer cambios. Lo importante es no esperar a que te anoten seis o siete carreras para cambiar el pitcher, o llegar al noveno con siete carreras debajo y dos outs para entonces sentar a un bateador que ha fallado durante todo el juego y sustituirlo por un emergente.