Un muchacho con dos papás

Por Luis Orlando León  (El Toque)

Fotos cortesía del entrevistado 

HAVANA TIMES – Lo esperado, porque el morbo de la sociedad lo dicta, es que nuestro protagonista se hubiese roto en llanto, que contase con voz entrecortada las peripecias y los obstáculos en el camino de la relación con su padre y su pareja gay. Pero Guido Asenjo Valdés, nombrado como su papá biológico, no solo desborda felicidad cada vez que sonríe, sino que se sorprende por las preguntas que él mismo nunca se ha hecho.

Tendría unos 11 o 12 años cuando su mamá lo sentó para decirle lo que ya él había asumido desde siempre. Que su papá era homosexual, que Pavel, el hombre que había visto desde hacía varios años, era la pareja paterna, y que aquello (¡decírselo a él!) no afectaba la natural relación padre-hijo que los había unido siempre.

“Para mí fue más incómodo que ella me lo dijera así directamente, porque lo asumí de antemano y nunca me interesó. Pavel es el Pa, diminutivo de su nombre y de la palabra papá.”

Guido Asenjo Valdés

“Vine a vivir aquí con ellos. Aquí encontramos un paraíso, como un oasis de descanso donde todo es paz, no hay peleas ni cuestionamientos”.

Sus padres se separaron cuando apenas llegaba a los tres años de vida. Terminaron la relación porque no funcionaba. Tiempo después llegó quien se convirtiera en el complemento paterno por más de 18 años, y que asumió al niño con los ojos de un padre recién estrenado. A ese nuevo padre le empezó a decir “Pa’”.

“Vivía con mi mamá, pero mi papá y el Pa’ siempre han estado cerca. Me sacaban a pasear, o a la piscina. Cuando estaba en el pre, y después, en la Academia de Artes Plásticas, venía todos los días temprano a desayunar antes de ir a la escuela. Yo no sé explicar la naturalidad de todo eso, pero siempre fue así. Incluso la relación de ellos con mi familia materna es excelente. Imagínate que Pavel es el padrino de mi hermana”.

“Tengo la certeza de que la gente busca lo morboso, y piensa que he corrido o corro el riesgo de convertirme en homosexual porque conviva con ellos. La verdad nada de eso me importa, aunque nunca he sufrido discriminación alguna”.

¿Nunca nadie ha intentado usar eso en tu contra?

“Nunca nada significativo. Solo una vez, en la escuela, discutía con un amigo y me echó en cara eso. Yo le dije: mira, estamos discutiendo nosotros, no metas a más nadie en esto”.

Lo que mi papá hace con su vida es decisión suya, no tiene nada que ver conmigo ni con la relación que tenemos.

Estudiando en la Escuela Profesional de Artes Plásticas conoció a una muchacha. Y me cuenta que no, que no hubo necesidad de hablar de este asunto con ella.

“El recuerdo más bonito que tengo involucra a Betxy. Venía mi papá con Pavel, y de frente ella con una amiga. Yo solo les había hablado a ambos acerca de cómo era el otro, a ellos les había dicho quién era y cómo era mi novia. Entonces se encontraron y se saludaron como si se conocieran de toda la vida. No estuve ahí, pero el cuento lo tengo como un recuerdo imborrable”.

Ya firmados los papeles de la boda, Guido y Betxy viven juntos, como cualquier otra pareja joven cubana, en la casa de los dos papás, ahora suegros.