Emigrados contentos, inadaptados y embarcados
Irina Pino
HAVANA TIMES — La vida le cambia a todos los emigrados, ya sea para bien o para mal. A un amigo mío, que recién regresó para visitar a su familia, se le nota con solo mirarlo, la transformación ha sido enorme. Acá vivía con un rictus dibujado en su rostro, se quejaba del mal funcionamiento de todo, de la falta de oportunidades para conseguir un empleo bien remunerado, siendo él un profesional talentoso.
Ahora que reside en Miami se ha suavizado su expresión, tiene un trabajo estable y tranquilo, hace una maestría, ha viajado por varias ciudades de los Estados Unidos, estuvo en Canadá y en una isla del Caribe. Tampoco significa que no haya tenido reveses, eso ocurre, como un proceso normal, pero en su caso, gradualmente, se ha acostumbrado a otro modo de vida, más simplificado, me sonríe y me enseña su celular, diciéndome: “Con esto se resuelven casi todas las cosas”. Se puede hacer magia por Internet, hay gente que ha aprendido a hacer cortes de pelo, a tatuar, y miles de cosas.
Dice que ya no extraña a La Habana ni la encuentra hermosa, a pesar de reconocer que hay una arquitectura con valor histórico; confiesa que después que pisó Nueva York quedó impactado, y describe a esta ciudad como un lugar increíble, cual si estuviera en una ciudad post-moderna, que aplasta por su majestuosidad, donde la calidez y la heterogeneidad de culturas, forman una rara simbiosis, que atrae al turista y lo marca para siempre.
A otros le han fallado los planes, tienen trabajos desgastantes, se sienten estresados porque no les alcanza para pagar todos los servicios o no dominan bien el idioma foráneo, se han divorciado de las parejas que salieron con ellos de Cuba, etc, etc.
Los que están embarcados de verdad son aquellos que están varados en México, Colombia, Ecuador, Venezuela, en campamentos de Serbia, hasta en la misma “Conchinchina”. La mayoría de ellos vendieron sus propiedades, se involucraron con traficantes y fueron estafados. Actualmente no tienen ningún estatus.
Mientras que otros ya no tienen remedio, sus familias están destruidas, porque encontraron la muerte en la selva o fueron asesinados. A un tipo de mi barrio le secuestraron la novia, y luego la mataron, pero él logró escapar y llegar a los Estados Unidos.
Día tras día, devuelven al país una cantidad considerable de inmigrantes. Con la derogación de la Ley pies secos-pies mojados se le jodieron los planes a mucha gente que perseguía el sueño de una vida más próspera.
Y por más que le vaya a uno muy bien fuera de Cuba (al menos para los nacidos y criados en la isla), siempre quedará la amargura de la familia dividida, de no estar el día a día con los tuyos, de no poder vivir en el país que es o mejor dicho que pudo ser. Se extraña y al mismo tiempo, no se extraña. Muchas veces se idealiza la propia tierra, buscando ser selectiv@ con los recuerdos. Es innegable que esta división forzada a la que han sometido a la familia cubana es obra del mismísimo diablo y de sus más insensibles huestes!!
No es obra del “mismísimo diablo”, fue obra del socialcosadesa y de el iluminado que se creyó el dueño de cuba y los cubanos. Por otra parte, no se puede generalizar, en mi caso, ya yo pude traer a los míos; y de verdad te aseguro, que de lo que es la Cuba que dejé, no extraño nada, no me hace falta, porque salí tan harto de todo aquello, y tan convencido de que no cabía allí, que no me hace falta para nada.
La mayoría de los que emigran dejan detrás una parte importante de sus vidas (los que emigran ya con algunos años encima); no es fácil, por más benévola que sea la nueva tierra que te acoge, de golpe y porrazo mudar tu barrio, los lugares que te son queridos y donde, para bien o para mal, acontecieron muchas cosas. Ese es el precio a pagar por los emigrantes, para saberlo hay que estar en la piel de uno de ellos. Más allá de una vida exitosa o al menos holgada, del celular de última tecnología, de todo cuanto sabemos de bueno existe “afuera” , queda el sabor amargo de la falta de tu familia, de tus amigos, no todo es oropel y fanfarria. Saludos.
Es duro. Imposible imaginarlo sin haberlo vivido.
Discúlpame Isabela pero no puedo con ese llanto de la familia dividida. Vamos, lo mismo le pasa al alemán que va a trabajar a USA y hasta al de nueva Zelanda que va para australia. Lo mas normal del mundo en el digo xxi es cambiar de país. Mas lejos está de si familia un oriental que viva en la Habana que un habanero en Miami
Sali de Cuba hace 20 anos y vivo desde entonces en Canada. Me ayudo mucho que al llegar ya hablaba Ingles. Los primeros anos fueron los mas dificiles en el sentido de adaptacion pero ahora no extrano para nada Holguin ni a Cuba. Sufri mucho alla, tanto sufri que no tengo casi ningun recuerdo grato y mucho memos feliz. Fui objeto de abusos en las escuelas que estudie, en el servicio militar y el tiempo que trabaje, solo por ser diferente.
Cuba y los cubanos son homofobicos, machistas y pasara mucho tiempo para que cambien su manera de
pensar.
Regresar solo de visita pero nunca a vivir. Yo he tenido pesadillas al respecto y cuando despierto me siento asustado y triste el resto del dia.
Solo los inadaptados de origen, los frustrados de profesión y los fracasados, extrañan un lugar donde fueron maltratados y despreciados. Lo único que merece ser recordado es la familia y amistades reales que quedaron atrás. El resto debe ser borrado de la memoria.