El conflicto palestino-israelí con perspectiva histórica

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Por Vicente Morín Aguado

HAVANA TIMES – Las bombas asesinas caen sobre Gaza sin discriminar hospitales. El territorio está poblado mayormente de palestinos, concentrados en una densidad urbana aberrante por su espesura, resultado directo del incesante expansionismo de un vecino poderoso y obstinado, cuya cultura predominante es judía.

Gaza es hoy un pequeño reino donde, paradoja de la palabra, opera un rosario de discriminaciones impuestas por preceptos seculares generalmente aceptados, con el aval de una religión próxima a los mil quinientos años de existencia.

Los gobernantes de Gaza, su cara visible, predicada sin tapujos por ellos mismos, se identifican con la organización terrorista Hamás, que tampoco discrimina hospitales o mezquitas para ocultar soldados y medios de combate en una guerra desigual, frente al poderío indiscutiblemente superior de un oponente cuya desaparición es proclamada objetivo sagrado de estos musulmanes llamados fundamentalistas.

Aunque Hamás inició la escalada de hostilidades que hoy alcanza un grado sin precedentes dentro de una larga historia de enfrentamientos entre judíos y palestinos, los 1400 muertos provocados inicialmente por la brutalidad insensata de esta organización criminal están multiplicados cuatro veces desde entonces, debido a la represalia estatal israelí, sin esperanza de que la macabra operación aritmética disminuya.

Se leen los más diversos comentarios, y sobre todo muchas alusiones históricas, relatos largos, un tanto bíblicos porque el Corán no abunda en la historia, en tanto la Biblia, mucho más antigua y descriptiva, es en esencia un libro histórico. Ni se me ocurre negar lo sagrado de ambos textos, asunto que queda en manos de los fieles.

Me ocupa una breve reflexión sobre qué es la historia y para qué realmente nos sirve, a propósito de los acontecimientos actuales.

La historia es la rama del conocimiento ocupada en explicar, no sólo narrar, el movimiento social, basado en la evolución de las culturas, formas humanas de relacionarnos con el medio y a la vez entre nosotros mismos, porque inevitablemente somos parte del medio.

La peculiaridad de la historia en su calidad de ciencia es que los humanos somos materia y espíritu a la misma vez. Solo los humanos, y esto ocurre en sociedad, desafiamos las leyes naturales, imponiendo nuestra cuestionada voluntad. Esta cualidad determina que las leyes de otras ciencias, su forma de aplicarse, no funcionan así en el movimiento social.

Los humanos son por naturaleza opuestos al determinismo científico aplicado a sus acciones, por más que al hacer política, contando interesadamente los hechos, se acuda a la supuesta demostración de que lo sucedido o lo por suceder, está previamente determinado por presupuestos de la historia.

Nada más falso. Si los hechos son contados con estricto apego a lo que pasó y no a lo que el narrador desea que hubiera pasado, o en último caso, a lo que desearía que pasara, pues entonces se verá que no hay predeterminación, y mucho menos, que el pasado, la HISTORIA, pueda ofrecer soluciones al presente.

La historia es cuando más, al decir de un médico, historia clínica, diagnóstico. Las soluciones estarán en los medios existentes a la hora de tomar decisiones, operados según la sagacidad de los protagonistas, movidos por sus intereses, partiendo de una difícil conciliación entre lo que funciona y la moralidad de las acciones, es decir, la ética aceptada según tiempo y lugar.

El pasado no justifica ni puede ofrecer soluciones válidas a los problemas de hoy.

Reitero, las soluciones dependen de lo que deseamos como futuro, de los medios a nuestro alcance para lograrlos, de la ética que nos asiste y de la capacidad para, cual ajedrez, jugar la partida sin equivocar el orden de las jugadas.

Siempre habrá adversarios porque el movimiento social es contradictorio, tanto como contradicciones hay, intrínsecas, en el movimiento de la materia.

La diferencia sustancial, ventaja y reto dado por la naturaleza o por Dios, según se desee invocar o aceptar, es el libre albedrío, la voluntad, la inteligencia humana, capaz de conocer el medio, sin olvidar que somos parte de ese medio.

Contrario a la aceptación que desde estudiantes percibimos, es la historia y no la matemática, la más compleja de las ciencias.

Volviendo al caso de hoy, el relato más exacto que puede leerse del conflicto árabe Vs Israel, o tal vez debería plantearse en orden inverso, si apelamos a la cronología, nos indica cómo se llegó a la situación presente, pero no da por sí misma la posible solución, apenas sugiere, según los hechos reales, posibles respuestas.

Lo primero es considerar de qué disponen las partes en pugna para resolver el diferendo, lo segundo, a dónde desearían llegar, qué voluntad les asiste, cuál futuro quieren para ellos y, si somos sensatos al opinar, y sobre todo los protagonistas sensatos al actuar, qué resultado podría lograrse a cambio de evitar un conflicto futuro, tan destructivo como el que se vive hoy en Gaza.

Un par de preguntas:

¿Pueden los palestinos en Gaza vivir y progresar, sin Hamás y sin sus armas, borrando el objetivo supremo de destruir al Estado de Israel?

¿Puede Israel vivir y progresar, en paz con los Estados árabes vecinos, incluyendo un Estado palestino?

En cuanto a las discriminaciones, a la altura de la tercera década del tercer milenio de la humanidad después de Cristo, casi mil 500 años después de Mahoma, creo que las aborrezco todas, son contrarias al progreso de la humanidad, sus aspiraciones futuras, junto a lo mejor que hemos alcanzado como especie en la actualidad.

Espero que al menos este último párrafo sea compartido.

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