Miss Universo complació a millones de nicaragüenses
y enfurece a sus gobernantes
Por Circles Robinson
HAVANA TIMES – Aprecio la belleza de una persona, un animal, una planta, el cielo, el arte, etc., tanto como cualquier otra persona. El evento de dinero, publicidad y tonterías para elegir una Miss de cada país y luego una Miss Universo nunca ha sido mi té de preferencia. Sin embargo, el resultado del concurso Miss Universo del mes pasado celebrado en San Salvador ha adquirido un nuevo significado para el país de origen de la ganadora, Nicaragua, y para quienes siguen los acontecimientos allí.
Sheynnis Palacios es una persona trabajadora y pensante, lo que a menudo parece de poca importancia para este tipo de concursos. Además de licenciarse en comunicaciones en la recientemente confiscada Universidad Centroamericana (UCA) en Managua, mostró sus colores nacionales azul y blanco allá por 2018 durante la rebelión cívica nacional contra el gobierno Ortega-Murillo.
Cuando la CNN la entrevistó días después de su victoria, Sheynnis evitó las cuestiones políticas y se concentró en su camino hacia la victoria y en lo feliz que estaba de llevar algo de alegría a sus compatriotas en casa y en el extranjero. Ella, orgullosa de su origen humilde, no oculta que financió parte de sus estudios universitarios trabajando en el negocio familiar de venta de Nacatamales y buñuelos. También habló de su proyecto para dar visibilidad a los problemas de salud mental que tantas personas enfrentan. No es el pedigrí habitual que asocio con las reinas de belleza.
Hace casi seis años, un terremoto político azotó a Nicaragua y todavía produce réplicas. En su momento, Sheynnis hizo pública su participación en las masivas manifestaciones, aunque luego borró esas publicaciones de su perfil. Sin embargo, la vengativa vice-dictadora nicaragüense, Rosario Murillo, no perdonó. Hizo que, antes del concurso, su gente hiciera campaña contra Sheynnis en las redes sociales, burlándose de su mala extracción como si fuera un crimen ser pobre y trabajadora.
Según se informa, Murillo no planeaba permitir que Sheynnis regresara a su casa en Nicaragua después del concurso, es decir, antes de que fuera declarada la ganadora. Murillo luego escribió un texto felicitándola y diciéndole que era bienvenida. Sin embargo, cuando un alegre público nicaragüense salió a las calles ondeando banderas azules y blancas para celebrar la victoria de su país –sin siquiera pedir permiso– rápidamente cambió de tono. En los días siguientes, Murillo arremetió contra quienes celebraron el nombramiento de Miss Universo acusándolos de ser “golpistas, forajidos, malagradecidos y apátridas».
Permítanme señalar aquí que durante más de cinco años, agitar la bandera de Nicaragua en la calle, ya sea una persona o un grupo, es considerado sedición por el régimen, a menos que el propio gobierno lo patrocine.
Murillo, que ve enemigos detrás de cada puerta, como la mayoría de los Reyes y Reinas impopulares, no sólo dio a entender que Sheynnis no era bienvenida en el país de Murillo, sino que también se negó a permitir que la propietaria de la franquicia Miss Universo de Nicaragua, Karen Celebretti, volviera a entrar a Nicaragua con su hija cuando intentaron regresar a casa después de asistir al concurso. El marido y el hijo de Celebretti se encuentran ahora recluidos en régimen de incomunicación, presumiblemente en alguna prisión. Para poner la guinda al pastel, la policía de la dictadura saqueó la casa de Celebretti y la de su hija, habitual antesala de la confiscación.
En retrospectiva, todo lo que Sheynnis tenía que hacer para asegurar su bienvenida oficial fue agradecer a los dictadores. Si lo hubiera hecho, lo más probable es que no hubiera habido ningún problema. Sin embargo, tras su victoria, no mencionó a Ortega ni a Murillo, para bien o para mal, y los celos de la vicepresidenta provocaron un violento torrente de adjetivos en uno de sus monólogos diarios.
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