Cuba: Cuando “Ganar” es Perder

Fernando Ravsberg

El Día Internacional de los Trabajadores. Foto: Raquel Pérez Díaz

HAVANA TIMES — La violenta reacción a la carrera del disidente que enarbolaba la bandera de los EE.UU. fue la última de una serie de respuestas fallidas.

Lo golpearon y lo detuvieron en medio de la Plaza de la Revolución, en el acto por el Primero de Mayo y frente a los periodistas.

La imagen recorrió el mundo y ese era el evidente objetivo del opositor. Se “robó el show”, gracias a la inestimable ayuda de quienes se lanzaron sobre él arrebatándole la bandera y dándole golpes frente a las cámaras de las principales agencias de prensa del mundo.

¿Qué habría pasado si nadie se hubiera interpuesto en su veloz carrera por la Plaza? seguramente no sería más que una anécdota, la cual respaldaría el discurso del Gobierno cuando acusa a la disidencia de ser mercenarios al servicio de la bandera de las franjas y las estrellas.

Poco tiempo antes habían expulsado de la Educación Superior, en Villa Clara, a una joven estudiante de Periodismo, argumentando que “la universidad es para los revolucionarios”. Su imagen recorrió el mundo y despertó el rechazo, incluso entre conocidos seguidores de la Revolución.

Si el equipo de guerra psicológica de la CIA hubiera tenido que elegir un caso, no lo habría hecho mejor. Se trata de una joven de 18 años, con cara angelical, expulsada de una universidad cubana por no compartir las ideas del Gobierno, “la víctima perfecta”.

La expulsión de la Universidad de Las Villas de la joven Karla María Pérez, por pertenecer a un grupo disidente, fue uno de los hechos que más dañó la imagen de Cuba.

La Universidad de La Habana tampoco se queda atrás, dos profesores de Economía y Derecho fueron expulsados por razones tan oscuras como escribir para un medio de prensa que es legal y cuenta con oficinas en un edificio del Malecón.

Hoy el Doctor Omar Everleny Pérez sigue viviendo en Cuba, pero viaja por todo el mundo, desde Japón a los EE.UU., volcando sus conocimientos económicos en diferentes universidades, ninguna es cubana. ¿Quién ganó y quien perdió con su expulsión?

Al abogado Julio Fernández lo obligaron a elegir entre seguir expresando públicamente sus puntos de vista o renunciar a ese derecho ciudadano a cambio de continuar siendo profesor. Hoy sigue escribiendo en OnCuba, pero ya no imparte clases en la Universidad.

Después del paso del ciclón que afectó a Baracoa, un grupo de jóvenes periodistas cubanos hicieron una colecta pública y viajaron para informar sobre la catástrofe. La respuesta fue arrestarlos, convirtiendo así un hecho intrascendente en noticia de la prensa internacional.

Los colegas de Periodismo de Barrio fueron liberados sin que las autoridades presentasen cargos en su contra. Entonces, ¿para qué los detuvieron? Si no podían entrar en la zona, ¿no hubiera bastado impedirles llegar? ¿Alguien cree que ese escándalo beneficia a Cuba?

Recientemente amenazaron con romperme los dientes si no empezaba a “hablar fino”. La intimidación fue publicada por una periodista oficialista. ¿No habrá nadie capaz de evaluar los daños que provoca a la imagen de Cuba semejante bravuconada?

Permitir la existencia en Cuba de espacios digitales no oficiales y castigar a los jóvenes que trabajan en ellos, muestra una bipolaridad política difícil de entender.

En Holguín, otro escándalo se convierte en titulares cuando el colega José Ramírez Pantoja fue separado de la Unión de Periodistas y cesado en su trabajo por reproducir, en su blog, las palabras de la subdirectora del periódico Granma en un evento profesional.

La presión sobre los jóvenes periodistas de Villa Clara que colaboran con medios digitales (no oficiales) provocó que estos escribieran una carta pública de protesta, la cual también recorrió el mundo. A pesar del costo, esas políticas se mantienen inalterables.

Blogs extremistas, pagados con dinero del Estado, repiten una y otra vez, que quien no es revolucionario es contrarrevolucionario, es decir, que quien no está con “ellos” es su enemigo, criterio que empuja hacia una peligrosa polarización social.

Son los mismos que promueven la unanimidad ciega, caricatura de la verdadera unión consciente entre los seres humanos. La unidad sostenida en la diversidad es el único pegamento que puede unir el mosaico de una nación.

En el año 275 AC, el general Pirro ya había comprendido que algunas batallas se ganan pagando costos tan altos que conducen a los ejércitos a perder la guerra. Esas “victorias pírricas” de los sectores más extremistas podrían empujar a la nación por ese mismo camino.

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