Los filos de la verdad

Verónica Vega

Muchacha leyendo una revista cubana. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Ya he dicho antes que mi categoría de cubanadeapie ciberdesconectada no me permite participar en los debates de Havana Times.

Pero por los que leo a través de los comentarios que recibo por correo electrónico (incompletos ya que mi cuenta de gmail recorta algunos mensajes), he podido observar que aquello que dicta las opiniones de los foristas no está tan directamente relacionado con la naturaleza del tema, sino con la experiencia de vida de quienes comentan.

Esto ni es nuevo, ni extraño, lógicamente, pero la subjetividad a que me refiero es aún más sutil.

Entonces, mirando con atención y el mayor desprejuicio del que soy posible, descubro que incluso la franqueza de las opiniones está condicionada por posturas e intereses.

Los que se fueron y sienten en el exilio la libertad de expresarse que jamás tuvieron (o se tomaron) en Cuba, dirán verdades mucho más completas, aunque sea amparados por seudónimos; los que no temen el riesgo de que un día les impidan entrar a la Isla, (ya porque han decidido no volver o porque no les queda nadie indispensable), expondrán su identidad.

Todos serán inclementes con quienes no llaman a las cosas por su verdadero nombre, pondrán sin temor “culpa” junto a “gobierno”, hablarán de nuestra falta de valor, de la necesidad de deslindar responsabilidades, de organizarse, rebelarse.

Otros, que estando afuera sí están en mayor o menor grado comprometidos con determinados privilegios oficialistas, cuidarán su libertad al punto de expresar criterios que nunca lleguen a ninguna orilla, buscarán un deliberado equilibrio entre pasado y presente, hablarán de conciliación o hasta olvido y tejerán finas redes para evadir el tema candente de la desastrosa situación de Cuba, la responsabilidad directa del gobierno, de los que contribuyen y no la padecen (adentro y afuera), de los que la padecemos y contribuimos por miedo, inercia o inconsciencia.

Los extranjeros atraídos por el tema Cuba, ya sea por simpatía actualizada o por alimentar el mito que conocieron, opinarán dentro de las relatividades de esa libertad elegida. Los que adentro tienen voz permitida, templarán sus criterios aun cuando las diatribas rocen el delicado terreno de medidas gubernamentales y la urgencia de democracia. Algunos cubanos con constantes inmersiones y un discurso predecible, intentarán disfrazar que ese servicio paga su acceso a la red y tal vez otros beneficios.

Otros opinan desde la horma de una ideología y esto los circunscribirá a no ceder incluso ante argumentos contundentes; serán muy críticos pero siempre adhiriéndose a términos como “burocracia” “institución”, “funcionarios”.

Hay posiciones tan complejas como que la premisa (consciente o no) sea desafiar lo que aparente o huela a imposición, dogma, dominio. Cualquier criterio que semeje prisión mental (aunque la rebeldía sea su mayor límite), y aportará juicios muy lúcidos, discutibles o absurdos. Lo realmente lamentable es que el interés estará más centrado en esa premisa personal que en una posible solución al problema objeto de debate.

Y por supuesto, estamos los que no opinamos o solo opinamos a través de artículos, veraces o catárticos, tibios o triviales, inoportunos o erráticos. Evitamos señalarnos apelando a los recovecos del lenguaje, de lo abstracto, lo divino; al hastío o a la ineficacia de este vertedero virtual para resolver lo que directa y diariamente, nos afecta en Cuba.

Y los que se contentan con un debate virtual (con o sin consenso) puesto que sostiene la imagen de que la pluralidad de un sitio digital que no lee y desconoce la inmensa mayoría de los cubanos en la Isla, es un indicio de apertura.

Con este análisis no pretendo disminuir ni ofender a nadie, sino verme como parte de una humanidad que actúa limitada por su percepción, experiencia y egoísmos, como nos muestra sobradamente la historia, como sucede ahora mismo en cualquier parte del mundo. Y confirmo que la verdad es siempre mucho más profunda.

Pero me pregunto cómo sería un debate donde se expusiera todo lo que se protege, donde se concientice lo que no hemos admitido, y si eso sería un punto de partida para provocar un cambio que pueda saltar, del ciberespacio, a la Cuba tangible.

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