La súbita espiritualidad de los cubanos

Verónica Vega

HAVANA TIMES — Dicen que todo pensamiento viaja por el espacio en forma de vibración y produce una reacción. Como una plegaria con o sin palabras, que es atendida por la inteligencia del universo.

Hace unos días compré un libro con una selección de poetas cubanos, y me sorprendió mucho encontrar dos poemas dedicados a Dios. (Dios así, con mayúscula).

A ambos autores, Luisa Pérez de Zambrana y Plácido, los recuerdo muy bien de mis años de estudiante, donde, al menos en español y literatura fui siempre una alumna sobresaliente.

Entonces, mi primera pregunta fue por qué nunca vi en mi libro de texto de literatura cubana, en noveno grado, versos como éstos:

¡Qué hermoso fuera, oh, Dios omnipotente,
vivir entre los senos
de un mundo que habitaran solamente
los justos y los buenos! [i]

O éstos:

Yo no os puedo engañar, Dios de clemencia,
y pues vuestra eternal sabiduría
ve al través de mi cuerpo el alma mía,
cual del aire a la clara transparencia
estorbad que, humillada mi inocencia,
bata sus palmas la calumnia impía…[ii]

E inevitablemente la memoria me transportó a 1995, cuando acompañé a un amigo extranjero a una emisora de radio a promocionar una meditación bhakti, y la periodista que nos ayudaba, segundos antes de la entrevista nos recalcó que ciertas palabras estaban absolutamente prohibidas y eran impronunciables: “Dios, alma, espíritu…” Días después, me tocó a mí introducir la conferencia en el Teatro Nacional, y por pura rebeldía comencé diciendo: “Cuando Dios hizo al hombre…”

Quería comprobar si de verdad ese sustantivo provocaría una catástrofe; pero nada pasó. El público, los empleados, escucharon con respeto y luego algunas personas se nos acercaron, conmovidas. Tres años después, muy cerca de ese teatro, se desplegó una imagen de Jesucristo que cubría la fachada de un edificio y la laica plaza socialista, fue escenario de la liturgia católica.

A partir de ahí, he ido notando cómo se filtra en la televisión algún que otro programa o película con un enfoque no materialista. Y he sido testigo de cierta ligera flexibilización verbal también en los medios.

Pero encontrar dos poemas profundamente devocionales en autores que recuerdo tan bien de mi adolescencia, me hizo desear que esos versos estuvieran como contraparte al ateísmo que impregnó mi educación. Me hubiera gustado elegir si olvidarlos, recordarlos, o quién sabe si aprenderlos de memoria, como hice espontáneamente con rimas de Bécquer, y hasta fragmentos del Mío Cid.

Ahora, volviendo a la introducción de mi post, este libro que compré y se titula “Rayo de Luz”, con prólogo de Leonardo Padura, es una respuesta a la pregunta que me hice semanas atrás, cuando tropecé entre mis libros con una colección de volúmenes viejos, enciclopedias de la niñez de mi madre. Entre sus quebradizas páginas, con temas tan disímiles como física, biología, historia, cuentos de hadas, juegos… vi varias zonas dedicadas a la poesía que incluía a poetas cubanos, y los temas no excluían la contemplación religiosa.

Entonces me pregunté por qué los libros que acompañaron mi infancia jamás incluían inquietudes como esas. Ni siquiera cuando yo misma empecé a preguntarme sobre el origen de la vida, y el misterio de la muerte.

Pero la pregunta que me hago ahora es si, ya pasada la feria del libro dedicada a la India, esa tierra de misticismo antológico, coyuntura perfecta para recordar que los cubanos tenemos alma y algunos hasta creemos en Dios, literalmente, seguirán resurgiendo “rayos de luz”, (pasados o presentes), o habrá que esperar otro medio siglo para desplegar nuestra parte espiritual.
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[i] Luisa Pérez de Zambrana, fragmento de “A Dios”

[ii] Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) fragmento de “Plegaria a Dios”