Parole humanitario: ¿alegría o tristeza?

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – Debo viajar como es frecuente y por eso esta vez decido ir para la terminar de Ómnibus. Dicen que sale un camión privado y lo espero porque las guaguas están desaparecidas.

Hay una cola inmensa para abordarlo. La gente comenta de lo humano y lo divino, de todo, como corresponde en un país y unas circunstancias fértiles para la violencia, el sexo y el lenguaje de adultos. Pero como casi siempre las conversaciones derivan en la situación.

Todos se quejan de los precios, la escasez y se suma un tema recurrente por estos últimos tiempos: el parole humanitario, es decir, la posibilidad que ofrece la administración Biden de 30 000 visas mensuales a cuatro países incluyendo Cuba, con el fin de detener la inmigración masiva y desordenada a través de su frontera.

Un señor de avanzada edad se suma a los diálogos y con tono profesoral intenta explicar de lo difícil que se hace la vida en el país del norte, habla de violencia en las escuelas, tiroteos masivos y gente sin hogar. Arista que la prensa oficial explota hasta la saciedad en un intento de hacer ver a la sociedad estadounidense como el infierno.

El sujeto repite todo eso como un megáfono para concluir que el sueño americano no es más que un mito promovido por cantos de sirena. Mientras lo observo me viene al recuerdo un rap del B de los aldeanos que expresaba “muchos están muertos o en cana prefieren morir por el sueño americano que vivir la pesadilla cubana”.

Después su discurso muta hacia una realidad cubana maquillada por su retórica sofista. No lo conozco, pero imagino que padece una especie de trastorno delirante al estar disociado de la verdad que le circunda, o quizás algo peor, carencia total de vergüenza y dignidad.

Lo comparo, por el color cobrizo de su piel con aquellos indios de Yateras que se enfrentaron a Maceo tras su desembarco por Duaba en 1895 o a los voluntarios criollos que lucharon en las guerras de independencia al lado de las tropas colonialistas españolas.

Al final es solo el canto del cisne de una generación desfasada en el tiempo que tras colaborar activamente en la destrucción nacional solo puede regurgitar su veneno y hundirse en la miseria, al tiempo que aguarda una muerte llena de culpas y remordimientos.

Todos callan ante el sujeto, sea por miedo o desprecio simulado. Guardo mi ira por supervivencia o cobardía y también hago como que lo ignoro.

Abordamos el camión que intenta en vano arrancar, una y otra y otra vez. El chofer anuncia que se rompió y todos nos bajamos a recoger nuestro dinero. Observo al viejo, lo tengo a menos de tres metros y expreso “un camión no, lo que hace falta es un avión para largarse de aquí”. Me mira por unos cortos segundos, le sostengo la mirada, siento mi expresión desafiante pero se gira sin decir nada.

Al final tengo que coger para la autopista. Mucha gente allí espera en qué transportarse. La suerte no es tan esquiva y a los pocos minutos me veo sobre un camión rumbo a casa. Digo suerte si es que se le puede llamar de este modo al hecho de montarse en un volteo lleno de tierra y suciedad gracias a la acción de un chofer generoso.

Llegando a casa recibo una llamada. Es mi niña que con voz llorosa de la emoción me dice algo poco comprensible. Yo solo entiendo “A Mayito le dio un paro”. Es el hermano mayor, hijo de su mamá. “¿Qué?”-reacciono mientras el pecho se me oprime de temor.

“Que a mi hermano le dieron el parole, que le acaba de llegar la aprobación”

Y entonces me alegro con ella y me relajo, me lo pone al teléfono y está todo emocionado y yo solo puedo preguntarme ¿Qué mierda de país es este que uno hasta llega a alegrarse con la separación familiar?

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Pedro Morejón

Soy un hombre que lucha por sus metas, que asume las consecuencias de sus actos, que no se detiene ante los obstáculos. Podría decir que la adversidad siempre ha sido una compañera inseparable, nunca he tenido nada fácil, pero en algún sentido ha beneficiado mi carácter. Valoro aquello que está en desuso, como la honestidad, la justicia, el honor. Durante mucho tiempo estuve atado a ideas y falsos paradigmas que me sofocaban, pero poco a poco logré liberarme y crecer por mí mismo. Hoy soy el que dicta mi moral, y defiendo mi libertad contra viento y marea. Y esa libertad también la construyo escribiendo, porque ser escritor me define.

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