Crónica de un torneo
Por Pedro Pablo Morejón
HAVANA TIMES – Fue la mañana del 18 de septiembre y comenzaría el torneo más importante de ajedrez en mi provincia, que otorga cupos para la semifinal del campeonato nacional.
Tras diez años fuera del ajedrez me dispuse a jugarlo, pues a pesar del tiempo trascurrido ahí estaba mi perfil en la FIDE (Federación Internacional de Ajedrez), mi Rating Elo y por tanto mi clasificación para este tipo de eventos.
Una parte de mí lo deseaba, un mes jugando online no puede sustituir la adrenalina de medirse frente a frente contra un oponente sobre un tablero físico, quería probarme y disfrutar también de la belleza del rey de los juegos de la mente.
Otra parte se cuestionaba si valdría la pena invertir una semana en ese ejercicio lúdico pero estresante, sin ocuparme de otros asuntos de más importancia al considerar que a estas alturas no me voy a convertir en un profesional del ajedrez .
A pesar de la indecisión mis pies me dirigían hacia el lugar hasta enterarme que lo habían pospuesto para octubre debido a problemas de logística.
Sentí alivio, tendría un mes para estar seguro de mi participación. Llegó el 18 de octubre y estaba decidido a jugarlo a pesar de los inconvenientes.
Llegué a la academia de ajedrez, sede del torneo, y entonces, en el congresillo técnico previo a la competencia, supe las acrobacias del comisionado provincial para garantizar el torneo. Inferí que el INDER (Instituto de Deporte, Educación Física y Recreación), entidad estatal rectora de cualquier evento deportivo en Cuba, lo dejó abandonado, no contaban aún con los recursos para costearlo.
Gracias a las gestiones de este funcionario y la ayuda personal del padre de un niño talento del ajedrez en la provincia que trabaja en la Universidad se consiguió hospedaje y comida para los jugadores de los municipios.
Un hospedaje situado a más de 3 kilómetros de la sede del torneo con una alimentación precaria sin garantizarles el desayuno.
Y como no había para más de seis días había que jugar a doble ronda, por las mañanas y por las tardes, incluyendo fin de semana, algo extenuante que le puede resultar inverosímil a cualquiera que no conoce el desgaste físico y emocional que supone estar más de cuatro horas disputando una partida donde el cerebro no descansa entre calcular jugadas tácticas, escoger un plan estratégico y en definitivas intentar vencer a un rival que te lo va a poner difícil porque también desea lo mismo.
Al menos el local, que será sede del campeonato nacional a celebrarse en febrero del 2024, ha sufrido una remodelación y cuenta con climatización, nuevos tableros y relojes digitales, esto último me sorprendió.
Recuerdo hace años aquellos relojes rusos de los años 70 y 80, ya defectuosos y escasos, más de la mitad de ellos suplidos por algunos de los propios competidores que para garantizar el torneo lo traían de sus casas.
Terminé el torneo con gran alivio y el cuerpo adolorido. Fue una tortura jugar todo el día y la verdad deseaba llegar al final para descansar, una vez que te inscribes y comienzas no puedes abandonarlo so pena de ser sancionado por la FIDE.
En cuanto a mis resultados pasé sin penas ni glorias ubicado en la mitad de la tabla de posiciones aunque después de años fuera de forma podría considerarse un logro.
En noviembre se disputará el Hermanos Saiz, un evento con carácter nacional y por supuesto, aunque paupérrimas las condiciones, no deberán ser tan difíciles como en el reciente.
Y lo voy a jugar, quizás es que soy masoquista pero el ajedrez es fascinante…
El ajedrez debe ser un asignatura en las escuelas, por ejemplo en 6to grado, eso sí, que no sea obligatorio aprobarla. Suerte con el retorno al juego ciencia, quizás no llegues a campeón nacional, o sí, pero sirve para pensar en otra cosa.