Paula Henríquez
Hoy camino por ella y traigo a la mente esos recuerdos. Quiero sentirme como antes, pero no puedo. La Habana ya no es la misma, la veo ajada, fea, destrozada y no solo físicamente… La Habana ha perdido su espíritu, su alma.
Es como si su manto nos cubriera a todos, porque también observo a la gente caminar como autómata, sin fuerzas, sin deseos. Los autos avanzan como temerosos por calles heridas por el tiempo, por la desesperanza. Edificios que permanecen erguidos quién sabe por qué milagro… como si se negaran a las leyes de una física que por más demorada, siempre será segura… Y en cada esquina… en cada esquina se acumulan vidas pasadas en forma de trastes, esas que algunos recogen y atesoran como buscando la suya propia.
La Habana cae, está cayendo constantemente… Y nosotros sentimos su dolor, porque habitamos en ella. A nosotros también nos duele que envejezca sin consuelo, el añorado consuelo de llegar a la cúspide de la vida con algo de esperanza.Ya no me gusta caminar por La Habana, ahora, cuando lo hago, camino a prisa, como para salir de en medio, como para escapar de todo desconsuelo, de toda desesperanza.
Presentamos las noticias internacionales en breve recopilada por Democracy Now el lunes 6 de mayo de 2024.
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