Qué bueno por mi amiga, ¿no?

María Matienzo Puerto

HAVANA TIMES — Que Carlos me dijera escoge el libro que quieras fue un buen regalo de cumpleaños. Todo el que me conoce un poquito sabe que a mi me obsesionan los libros. Escogí Afrocubanas….

Desplacé algunas lecturas y comencé a leerlo. La curiosidad por saber qué decían mis contemporáneas sobre el tema fue más fuerte que cualquier otro interés literario.

Eso fue anoche y ya voy por la mitad del libro. Son ensayos bien escritos, es lo primero que puedo decir. Lo segundo está relacionado con la historia que quiero contar.

Mi amiga Laura tiene una niña de diez años que va a la escuela como todas las demás niñas de su edad. Un día al regreso la niña llegó muy preocupada porque Diana (otra amiguita de la escuela) le había dicho que era mejor que no jugaran con Rosita porque era negra.

La hija de mi amiga llegó a la casa escandalizada. Estoy segura que por su cabeza corrieron todos los nombres de sus amiguitas del barrio: Juliet, Yusimí, Clara, Yahima… enseguida pidió a la madre que le explicara.

Ella no entendía por qué Diana no quería jugar con Rosita.

Claro, la hija de Laura vive en una casa donde las personas entran y salen y no se les etiqueta con carteles de raza ni de sexualidad. La gente en esa casa son gente y punto.

Mi amiga Laura se encontró ante un problema. Ella que actuaba sin prejuicios tenía que explicar a su hija los prejuicios de otros. Bumm!!! Cayó en la vida real.

Pensó que su hija se merecía una respuesta inteligente y decidió que debía contarle la historia desde el principio. Comenzó con un brevísimo recuento de la trata y la esclavitud, pero cuando estaba a mitad de cuento, la hija la interrumpió.

“Mamá, qué pena tengo con Diana, se está perdiendo la mitad del arcoíris.”

Mi amiga se quedó sin palabras (yo también me hubiese quedado de la misma manera). Su hija lo comprendió todo. Y se dio cuenta de lo importante que es actuar, más que decir. Una cotidianeidad con respeto hacia todos le había valido más que cualquier explicación.

Pues, qué bueno que existan textos como los que se recogen en este libro que me regaló mi amigo Carlos. Qué bueno que haya gente tratando de reconstruir la historia de los sin historias, de los desclasados, de los silenciados.

Pero lo mejor sería mantenernos vigilantes, que cuatrocientos años de racismo no nos traicionen mientras repetimos patrones racistas. Y qué bueno por mi amiga, ¿no?

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