La disyuntiva de Manuela la manicura

María Matienzo Puerto

Vitrina de La Habana. Foto: Caridad

Quisiera, pero no puedo y no sé hablar de otra cosa que no sea del trabajo de la gente.

Mi amiga Manuela siempre ha pintado uñas, o mejor, para que suene más “americano” (así dicen algunos cuando quieren darle valor a sus cosas) manicure.

Su oficio puede pasar por todas la pronunciaciones posibles: manicura, manicuri, menicuri, cómo quiera la clientela decir.   La esencia es que mi amiga Manuela siempre ha vivido de cortar uñas y cutículas, y de pintarlas con esmaltes que lo mismo compra en la tienda, que se los manda el marido que vive en el extranjero  o que los compra en la bolsa negra.

Lo mismo pasa con la acetona.  Si compra la que venden en las tiendas oficiales no puede dedicarse al negocio.  Si compra de la bolsa negra y algún inspector la pilla, la sanción es mayor.

Ella no tiene un pequeño comercio como muchos pensarán.  Aunque lleve años haciendo lo mismo no tiene un local rentado, o algunos empleados, o una sistematicidad o el oficio avalado por algún curso de cosmética.

Ella lo hace porque es lo único que sabe hacer, porque ella decidió que lo que había estudiado no le sustenta la economía de su hogar.

Por eso Manuela prefiere pintar uñas y limpiar los calcañales del pellejo o el churre.  Y no es que el dinero, siempre en moneda nacional, le den para mucho, pero era una entrada de dinero que tenía, trabajando mucho, pero sin presiones.

Ahora, con esta nueva moda del reajuste ella tiene, por su puesto, que oficializar su status y pagar mensualmente 250 pesos, el primer año.  Luego debe abonar 350 pesos.  Y más.  Cada tres meses, 60 pesos.  Uff!!!  Es mucho lo que tiene que buscar solo para mantenerse a flote.

Lo que es peor, ¿qué le queda para la casa?

Ahora no es tiempo de virar para atrás.  Además de haber estado demasiado tiempo alejada de la contabilidad, que fue lo que ella estudió, las cosas andan mal por esos parajes también.  Y es lo que ella siempre dice.  En el arreglo de uñas ella ya tiene una pequeña dos o tres clientes fijas, que saben que ella lo hace bien.

La noticia buena, según la ONAT (Oficina Nacional de), es que con ese impuesto trimestral ella va a tener derechos que antes no tenía: licencia de maternidad, vacaciones, reposo médico remunerado y jubilación.  Detalles con los que no podía soñar.

No obstante, no se deja engañar porque aún le preocupan (y de qué manera) la manera en que va a llegar a pagar tan altos impuestos si con ese dinero ella contaba para mantener su hogar.

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