Año 33 en el infierno
María Matienzo Puerto
HAVANA TIMES — Cuando yo sea una anciana podré contarle a mis nietos que visité el infierno. Y créanme Danthe Alighiere se quedó corto en La Divina Comedia.
Cada uno cuenta con su compartimiento. Mi historia no es una tabla rasa. Seguro que habrá otras personas que me dirán que su infierno es más grande, más tormentoso.
Y les creo porque el sufrimiento es una experiencia individual, aun cuando a veces hayan detalles comunes a un pueblo o a un grupo de personas determinada.
Pero mi infiernillo (llamémosle así) cuenta de varios círculos de desengaños y traiciones.
Todo comenzó cuando un hombre se me acercó queriendo tener sexo y de paso sacarme información sobre mi grupo de amigos. Todo fue muy burdo. Intentó enamorarme con una verborrea seudointelectual.
Nunca entendí el juego porque ese hombre tiene el mismo nivel de acceso que yo a determinados grupos de intelectuales. La semana que duró el acercamiento me sirvió para sacar una sola conclusión: el tipo es policía.
Después decidí compartir el alquiler con un supuesto amigo. Imaginen, si la crisis económica está golpeando al mundo, cómo estaremos los cubanos.
Entonces, mi amigo quería ser el centro del mundo. Resultó ser una mala persona. Por hacer, hasta me rompió la computadora. Nada. Gente que busca presas, no amistades.
Son solo dos experiencias. A las que podría sumarle el laberinto de hospitales y conocidos que hay que recorrer cuando uno se enferma y tiene que examinarse; o que te hagan campaña solo porque eres una persona, digamos, diferente; o que no puedas decir lo que piensas porque “te marcas”, como dice mi mamá; o que no te paguen tu trabajo en tiempo y que ni a los responsables les interese darte una respuesta; o que tus vecinos vivan pendientes al más mínimo detalle de tu vida porque es raro que una mujer viva sola.
Y falta más. Falta decir que me pararon frente a un grupo de personas para humillarme, para, supongo, bajarme los sumos, para que sintiera vergüenza de no sé qué.
Quizás por saber gramática española, porque leo mucho, porque soy lesbiana o negra o la gente me ve liberada, o porque me publican en varios lugares. Nunca me dieron una razón concreta.
El compartimiento del infierno que me ha tocado vivir a mí, está lleno de gente enferma que no respeta, pero sobre todo que le desea mal al prójimo. Llevo 33 años recorriéndolo.
Ahora lo único que deseo es quedarme escondida en algún rincón para ganar fuerzas y ver si un día tengo, al menos, nietos a los que contarles.
Ay, “Elpidio”, eres patetico!! Donde esta el capitalismo ese que recluye homosexuales en sanatorios para enfermos mentales? Donde vives amor? Tengo amigos homosexuales cubanos que trabajan para el gobierno federal o en compañias de elite (sabes cuales son las “fortune 500”, esas…) los mismos que llegaron a este “infierno” sin un centavo.
Si se que a los enfermos de SIDA los tuvieron durante años recluidos en un sanatorio en Santiago de las Vegas, apartados de todo y de todos mientras el desgobierno ignoraba sus derechos humanos y hasta negaba que el sanatorio existia.
En mi ultima visita a Cuba tuve que dar mucha limosna a esos ancianos que son tratados como “tesoros” y muchas historias escuche de ellos, no precisamente exaltando el sistema.
Si adoctrinar a los niños en la hipocresia galopante de la isla usted lo considera tratarlos como riqueza, algo anda mal en su cabecita; no le convendria una estancia en el ‘sanatorio’ de Rancho Boyeros, donde los ancianos dementes mueren de frio?