En la sala de Arte
Por Lien Estrada
HAVANA TIMES – Era domingo y decidí hacer un paseo. En mi recorrido llegué a la esquina Maceo y Libertad, donde se ubica desde hace décadas la Sala de exposiciones en Holguín. Fue cuando tuve la sorpresa de encontrarme a un amigo que estaba trabajando allí. Empezamos a conversar del tema que sospecho está hablando la mayoría de las cubanas y cubanos cuando coinciden en algún lugar: la degradación más que notable de casi todo lo que nos incumbe. Lo económico, laboral, social y hasta lo familiar, porque cualquiera de estos aspectos influye en el resto.
En nuestro diálogo no hallábamos buenas noticias, y el desmantelamiento se descubría aún más allá de donde pudiera esperarse. Ante la idea: «con razón la gente prefiere el exilio antes de adaptarse a las nuevas circunstancias», estábamos de acuerdo. No es una crisis de hace poco tiempo, y quien tiene la posibilidad, sencillamente se va y no regresa, seguíamos comentando.
¿Creerías, me pregunta mi amigo, que aquí todavía me cobran las Milicias de Tropas Territoriales (MTT)? ¿Cómo puede ser, le respondí sorprendida, si no se sabe desde cuándo no existe la amenaza de invasión yanqui? O sea, su sentido de ser ya no es más. No se puede entender como aún se designan a personas por el aparato político a cobrar esa cotización destinada al ejército por motivo de una invasión imperialista que nunca tuvo lugar.
¿Cómo es posible? pregunté otra vez, yo misma al solicitar trabajo en un centro, me pidieron ese papel, y exclamé: ¡¿papel de las MTT?! Y reaccionaron: «Cierto, es conflictivo, porque es una organización fantasma». ¡Ellos mismos saben que desaparecieron desde hace mucho!
Como tampoco existe el Comité de Defensa Revolucionaria (CDR), me respondió. ¿Cuándo tú has visto que vuelvan a hacer caldosa en el aniversario? ¿O se hagan en la cuadra las tantas actividades que se programaban en el año? Cierto, agregué, tampoco se hacen guardias de ninguna clase. Hoy por hoy tienes que pagarle a un sereno para que cuide el vecindario donde vives porque de lo contrario te desvalijan. Aquellas guardias cederistas de los años 70, 80, cuidando la cuadra, no son más. Así es, me contestó mi amigo. Nos toca padecer lo que implican las transiciones políticas. La desintegración es evidente.
Nos despedimos deseándonos suerte. Nunca se sabe lo que nos falta todavía por experimentar. El día estaba claro y, gracias a Dios, no calurosamente asfixiante. Regresé a casa a pie.