Soltar la papa caliente

Kabir Vega Castellanos

HAVANA TIMES — Hace unas semanas mis padres recogieron a un perrito de apenas quince días de nacido. Lo encontraron tirado en una acera, a la entrada de una finca desde la que unos perros ladraban ferozmente al oír sus desesperados chillidos. No podía ver, ya que tenía los ojos sellados por el catarro, ni caminar. Solo se arrastraba y se retorcía atormentado por las lombrices.

La primera noche ni mi madre ni yo pudimos dormir. La criatura se quejaba y sufría de una manera horrible. Pensamos que no llegaría al amanecer.

Pero sobrevivió. Luego temíamos que no pudiera caminar, pues no sostenía bien la cabeza y al intentar dar unos pasos se caía constantemente del lado izquierdo. Se temía algún daño neurológico o algo peor: alguna secuela del llamado moquillo canino.

En la clínica Laika, en la Habana Vieja, le empezaron a inyectar además de vitaminas, calcio y Vigantol, y su evolución ha sido asombrosa. Ya puede caminar sin caerse y hasta juega.

Los que dudan de la conciencia de los animales podrían aprender mucho comprobando en este pequeño animalito los traumas psíquicos del abandono. Si se despierta en su caja y tardamos en oírlo cae en un estado de pánico. Los latidos del corazón se le aceleran y en sus ojos se aprecia una enorme tristeza.

En solo unos días ya nos reconoce, e incluso cuando se caía al caminar se las arreglaba para acercarse y darnos muestras de su afecto.

Para nosotros, que ya tenemos una perra y varios gatos (todos recogidos de la calle), es imposible quedarnos con él. Por medio de este post quisiera que me ayuden a difundir su imagen para que alguien de buen corazón se ofrezca a adoptarlo.

No puedo dejar de pensar en lo fácilmente que muchos sueltan en la calle un problema que es de su total responsabilidad, dejando que sean las personas sensibles quienes lo asuman haciendo su vida mucho más difícil. Ver perras en celo sueltas por la calle es un espectáculo común. A veces hay hombres mirando las peleas entre los machos y luego el apareamiento como si fuera una película de pornografía.

A nadie le preocupa qué va a pasar después con la camada. La mayoría mueren por los parásitos que les pasa la madre, pero en una agonía lenta y espantosa. O son atropellados por los carros, o mueren de hambre una vez que la madre no puede alimentarlos. Mientras, están expuestos a la voluntad de cualquiera que quiera verter en un ser más débil su frustración o hasta sus tendencias sádicas.

Al día siguiente de mis padres traer este cachorrito, cayó un aguacero torrencial que duró varias horas. No acabo de entender qué puede pasar por la mente de alguien que deja a unos pasos de la calle a un ser vivo en un estado de impotencia total.

¿Cuántas más razones se necesitan para aprobar la prometida ley de Protección Animal en Cuba?

 

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