Un regalo para el médico

Jorge Milanes Despaigne

Fui a la tienda del hotel Florida a comprar un perfume para el médico de mi madre. Ya le había comprado un par de medias y me había insistido en un perfume. En la vidriera había varios, que tienen un olor singular. Estos perfumes son baratos comparados con otros de mucha demanda. Yo debía atenerme a la indicación de mi madre, pues no había más dinero.

Debido a la importancia de lo que representa dar obsequios a los médicos me tomé bien en serio la búsqueda del perfume que a la verdad no resultó complicada, como ocurre en otras ocasiones que teniendo el dinero no se encuentra el objeto deseado “ni en los centros espirituales”, como dice una expresión popular.

También los médicos necesitan este tipo de atenciones, porque el salario que perciben no es suficiente para atender siquiera el aspecto personal.

Mi madre fue contenta a la consulta. El médico siempre la atiende bien, incluso, le dice que ella puede ser su abuela, de ahí que perciba el especial afecto que ha desarrollado mi madre por ese médico joven, que ha conquistado no solo su corazón sino también el mío, después de las numerosas muestras de preocupación cuando estuvo ingresada.

Ella debió hacer una cola de casi dos horas, porque este médico tiene muchos pacientes, pero a mi madre no le gusta abusar de la confianza y esperó tranquila su turno mientras leía el último libro sobre Cabrera Infante publicado por Ediciones Unión.

Esta tarde le he preguntado qué le dijo el médico y me respondió que está rebosante de salud.

Pero cuando indagué por el regalito bajó la cabeza, y en tono muy bajo me contó: “Nada, después que me examinó muy comedidamente y me hizo las preguntas de rigor, me dijo que estaba entera.  Entonces le di el regalo, pero ahí, encima de su buró, había un perfume exactamente igual, obsequio de otro paciente.”