Un quinquenio arando en el mar

Ilustración por Onel

Erasmo Calzadilla

HAVANA TIMES — En septiembre de 2010, hace justo cinco años, escribí mi primer post sobre el pico del petróleo. Comencé a bucear en el tema gracias a los textos de Ramón Fernández Durán que un amigo español me dejó.

Poco antes de 2010 la crisis energética estaba servida: el cenit de la producción de petróleo convencional era (y es) historia, los biocombustibles demostraban ser un fiasco peligroso, el barril de oro negro costaba su peso en oro y la caída del volumen de todos los líquidos (crudo + no-convencional) parecía inevitable.

Entonces emergió de la nada el fracking salvador. La fractura hidráulica no solo retrasó el pico de producción de todos los líquidos, su impacto más trascendental, estimo, fue el rescate de la credibilidad en la economía estadounidense y su poderoso sistema financiero.

Desde su debut, el fracking gozó de un sospechoso espaldarazo mediático; abundaban las exageraciones y medias verdades. Muchos creyeron, porque los medios y la Agencia Internacional de la Energía (AIE) sugirieron:

  • que la teoría del peak oil había sido desmentida
  • que había petróleo y gas de esquisto para rato (de medio siglo a dos centurias)
  • que EE.UU. iba camino a la independencia energética
  • y que ese país pronto exportaría gas a Europa, salvándola de las garras de los rusos… cosas como esas.

Pero unos pocos disidentes aseguraron desde el primer momento que la fractura hidráulica era una burbuja insostenible y pronto colapsaría. Ya está ocurriendo, desde mediados de 2015 la producción de petróleo de esquisto declina en EEUU, su cede principal.

Hoy somos más dependientes de los combustibles fósiles, hemos avanzado un tramo grande en la destrucción de la biósfera y despilfarrado en naderías millones de toneladas del preciosísimo aceite de roca; de haberse empleado este en la transición a las renovables, otro gallo cantaría.

¿Resultado? En 2015 estamos otra vez al borde del abismo; pero no del mismo, sino de uno más alto y empinado que el de hace cinco años. La principal diferencia es que ahora no se ve ningún salvador en el horizonte que retrase lo inevitable otro quinquenio; mucha charlatanería tecno-optimista pero en concreto nada.

¿Por qué una civilización tan sabia no pudo frenar su propia dinámica autodestructiva? ¿Qué habría hecho falta para conseguirlo? ¿Cuán cerca estuvimos de lograrlo?

Mi experiencia

Llevo un quinquenio alertando sobre el dilema energético. He sugerido a la gente que se prepare para la crisis pero yo mismo no he adelantado casi nada al respecto. El regreso de los apagones me encontrará tan encuero como al resto; acaso un poco más prevenido mentalmente.

El Periodo Especial me enseñó que en tiempos de crisis el peor enemigo no es el hambre ni las necesidades materiales sino la propia mente, que se aferra furiosa a sus esquemas y no acepta el cambio. Muchos enfermaron de los nervios y murieron víctimas de ellos.

Pero volvamos al presente. Hubiera querido reunir a familiares y amigos en algún sitio medianamente seguro, con tierra fértil para sembrar, herramientas, medicinas, armas, agua potable y todo lo indispensable para la supervivencia. Lo intenté, pero parecía que les mentaba al demonio cuando mencionaba la idea de vender y mudarnos al campo. Y la verdad es que no tengo conocimientos, deseos ni ánimo de emprender solo el proyecto.

Cuando la crisis se desate será bien difícil ayudar a mis viejos queridos viviendo lejos de ellos. No creo en Dios, pero voy a empezar a rezar desde ya.

 

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