La lucha por la hegemonía en Cuba

¿Por todos y para el bien de todos?

Erasmo Calzadilla

Del VII Congreso del PCC. Foto: Ismael Francisco/cubadebate

HAVANA TIMES — El séptimo congreso del Partido me ha dejado en estado de shock, con la amarga sensación de que nada va a cambiar en este país, por buen rato. Pero no os dejéis engañar, se trata de un performance destinado al gran público.

Sí están ocurriendo cambios importantes en Cuba, en el ámbito económico, en el político, pero sobre todo en el cosmovisivo. Para entenderlos les propongo unas palabras del pensador esloveno Slavoj Žižek, extraídas del artículo “En defensa de la Intolerancia”.

Recientemente tuvo lugar una picante discusión entre dos académicos cubanos preocupados por estos temas: Samuel Farber y Marlene Azor. Las ideas de Žižek podrían ayudarnos a enfocar el debate desde un ángulo singular.

Sin más que añadir, ahí va.

“La lucha por la hegemonía ideológico-política es siempre una lucha por la apropiación de aquellos conceptos que son vividos “espontáneamente” como “apolíticos”, porque trascienden los confines de la política. No sorprende que la principal fuerza opositora en los antiguos países socialistas de Europa oriental se llamara Solidaridad: un significante ejemplar de la imposible plenitud de la sociedad. La expresión “los comunistas en el poder” era la encamación de la no-sociedad, de la decadencia y de la corrupción, una expresión que mágicamente catalizaba la oposición de todos, incluidos “comunistas honestos” y desilusionados. Los nacionalistas conservadores acusaban a “los comunistas en el poder” de traicionar los intereses polacos en favor del amo soviético; los empresarios los veían como un obstáculo a sus ambiciones capitalistas; para la iglesia católica, “los comunistas en el poder” eran unos ateos sin moral; para los campesinos, representaban la violencia de una modernización que había trastocado sus formas tradicionales de vida; para artistas e intelectuales, el comunismo era sinónimo de una experiencia cotidiana de censura obtusa y opresiva; los obreros no sólo se sentían explotados por la burocracia del partido, sino también humillados ante la afirmación de que todo se hacía por su bien y en su nombre; por último, los viejos y desilusionados militantes de izquierdas percibían el régimen como una traición al ‘verdadero socialismo'”.

“La imposible alianza política entre estas posiciones divergentes y potencialmente antagónicas sólo podía producirse bajo la bandera de un significante que se situara precisamente en el límite que separa lo político de lo pre-político; el término “solidaridad” se presta perfectamente a esta función: resulta políticamente operativo en tanto en cuanto designa la unidad “simple” y “fundamental” de unos seres humanos que deben unirse por encima de cualquier diferencia política.”

[…]

“La “vieja guardia” (los ex-comunistas) y los antiguos disidentes que han accedido a los centros del poder, se han aliado, ahora bajo las banderas de la democracia y de la libertad, para explotarles a ellos, la “gente de a pie”, aún más que antes …”

 

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