Seguimos girando en torno al sol

Erasmo Calzadilla

Lo que usualmente permanece intacto en las épocas de petrificación y ruina predestinada es la facultad de la libertad en sí misma, la pura capacidad de comenzar, que anima e inspira todas las actividades humanas y constituye la fuente oculta de la producción de todas las cosas grandes y bellas. –Hannah Arendt. ¿Qué es la Libertad?, Zona Erógena. No 8. 1991.

Foto: Irina Echarry

HAVANA TIMES — Por estos días la tierra se ha ubicado respecto al sol en una posición parecida a como estaba el día en que asomé la cabezota fuera del seno materno. ¡Qué mal llevo los cumpleaños!

Nosotros los “occidentales”, abanderados de la “razón práctica”, solemos ser quisquillosos con el tiempo y los aniversarios, mucho más de lo que la praxis y la razón invitan. ¿Importa algo (más allá de inflar el ego) haber nacido un día u otro, un mes o el anterior, un año o el siguiente?

Yo, por ejemplo, he dado 38 vueltas al sol ¿De qué me sirve saberlo? Ese dato ¿dice algo acerca de mi edad real? Muy vagamente. Algunas regiones de mi cuerpo y de mi espíritu lucen tiernas aún, pero otras, de tantos golpes que les dio la vida, ¡ay!, parecen ancianitas.

Casi todo en esta vida se mueve describiendo ciclos. Lo hacen los astros de manera evidente, pero también la sociedad y cada uno de nosotros.

Los ciclos sociales y los propios deberían ser el fundamento, el eje a partir del cual se estructure nuestra vida cotidiana, pero tan privilegiado puesto sigue ocupado hoy por los siderales.

Nuestro reloj interior, que marca la hora íntima, posee una alarma (dolores, antojos, llamados, voces interiores etc.) que suena diariamente para indicarnos las necesidades del cuerpo y del espíritu, o el fin de una etapa y el comienzo de otra, pero desoímos o malinterpretamos dichas señales y maltratamos el “aparato” tratando de ajustar sus manecillas a la hora oficial.

Solo a grandes rasgos conocemos las fases de la vida: niñez, adultez, vejez; su estudio es algo que le dejamos a los especialistas. Poco interés le dedicamos a entender, seguir (acaso influir en) nuestros ciclos personales, pero difícilmente se nos olvide un cumpleaños, unos quince, unas bodas de plata etc.

En cada aniversario celebramos una fiesta aunque nuestro ánimo pida a gritos lo contrario; eso se llama desfase.

Por suerte no siempre ni en todas partes ha sido así. Otras culturas, como la Zen, prestan atención minuciosa a las etapas de la vida interior. Necesitamos una revolución ptolemaica que nos recoloque como centro de nuestro mundo. No somos tan egoístas como suponemos.

La sociedad

Todos los ciclos individuales en interacción generan el gran ciclo de la sociedad, pero obviamente con la sociedad pasa igual: prestamos más atención a sus siglos (de ellos conocemos bien su nombre y el segundo en que comienzan o terminan) que a sus ciclos, (que siquiera sabemos cuáles son o cómo se llaman).

Los pueblos primitivos que se dedican a la agricultura, la recolección y la caza, dependen estrechamente del astro rey y es lógico que organicen su vida comunitaria en torno él.

Pero nosotros, libres de esa precisa, insistimos machaconamente en empotrar la vida social dentro del calendario solar. Así tenemos años escolares, años fiscales, laborales, encuentros anuales, bianuales, efemérides oficiales etc. Es una fase mental que no acabamos de superar.

En las escuelas, especialmente en las clases de historia y política, se intenta embutir a los muchachos el cuento de que el capitalismo es una etapa que dará lugar a otra mejor de la que nosotros somos la antesala. Y eso suena tan falso, tan abstracto, tan ideológico, tan a documento del Partido, que la gente le da oreja o le hace rechazo (siempre hay uno que las asume como revelaciones sagradas).

Pero el calendarismo no ataca solo a la plebe inculta. En ambientes intelectuales es común el intento de aprovechar el pie forzado de las efemérides para repensar y traer a primer plano determinados sucesos del pasado.

Pie forzado al fin, lo más probable es que la efeméride no sea el momento propicio para discutir la cosa en sí, y el desgaste sea grande.

Obviamente, los ciclos astronómicos y el tiempo abstracto son referentes universales a tener en cuenta, mas no hay que exagerar. En realidad se trata de un fetiche atávico de menor importancia, pero son tantos como ese en nuestra vida cotidiana que terminan atenazándola como enanitos a Gulliver.

Marchemos pues adelante, decapitando ídolos con el machete iconoclasta y acercándonos paso a paso al reino de la creatividad. Acopiad Inteligencia y valor; los necesitaremos.

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