Erasmo Calzadilla
Se justifican, hasta cierto punto, el mando vertical y la rudeza en las leyes, pero serán insuficientes si la democracia brilla por ausencia.
La idea es muy sencilla: en una democracia las personas luchan contra un agresor por convicción. Además, la democracia propicia en los seres humanos el descubrimiento de su propia dignidad, y es más difícil someterlos.
En el plano cognitivo-afectivo los cabecillas de la “Revolución” declararon una guerra abierta al analfabetismo y a los valores “burgueses”; y otra solapada y sutil contra la pasión y el imaginario pro-democracia que aún pervivía en el sentido común.
Para exterminar ese bichito intranquilo recurrieron a diversos artilugios psicológicos, ideológicos, mediáticos y propagandísticos. Citaré algunos:
– Todas las contiendas anteriores fueron contra un enemigo exterior, por Cuba Libre o con el objetivo de tumbar a un tirano sanguinario; no para implementar la democracia. Los animados de Elpidio Valdés son un buen ejemplo.
– El periodo republicano no fue más que una orgía de corrupción; hasta que llegó el comandante y mandó a parar.
– La liberación fue implementada, básicamente, por hombres excepcionales.
Y no digo más, la batalla de ideas contra el imaginario democrático ha sido intensa y por suerte bien documentada.
Concluyamos: si usted coincide conmigo en que la democracia real es la clave para mantener la soberanía en el entorno de un imperio poderoso y agresivo, entonces ya podemos identificar una nueva especie de “gusanos”, “traidores” y “apátridas” (por emplear su propia jerga).
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