Los misterios insondables de Planilandia

Erasmo Calzadilla

Acabo de disfrutar del interesantísimo animado para adultos Planilandia (Flatland 2007), basado en la obra Square (escrita en 1884 por Edwin A), y la aprovecho para continuar una larga e interesante discusión con unos amigos de por acá.

Planilandia es un mundo de dos dimensiones habitado como es lógico por seres planos. Una de las naciones de planilandia sufre una sangrienta crisis política.

Al protagonista del filme, Cuadrado A, se le presenta de rampamplán un ser de tres dimensiones, voluminoso, que intenta explicarle la profundidad de los cuerpos, pero no es hasta que le da una vueltecita por el espacio tridimensional y llega a ver su propio mundo desde arriba que Cuadrado comprende.

Para su sorpresa el universo de tres dimensiones no es el reino divino como cree al principio, sino otro nivel de realidad más complejo, con tantos o más problemas incluso que Planilandia.

Se le ocurre entonces que la tercera podría no ser la última, que tal vez exista una cuarta, quinta y hasta infinitas dimensiones. Los seres pensantes de universos con n dimensiones podrían comprender los mundos con menos (n -1), pero no con más (n+1) dimensiones. No se dice explícitamente pero queda declarada una especie de jerarquía epistemológica.

Yace aquí, como en todo, una tesis política más o menos encubierta, una toma de partido con implicaciones en el ámbito humano, basada, como era de esperar, en fundamentos dudosos (*).

Propongo, pero no voy a demostrar, que cualquier ser de n dimensiones está incapacitado para comprender no solo a los más “complejos” sino también a los más “simples” que él (por lo mismo dejarían de ser simples). En la cinta ello se evidencia cuando el ser voluminoso intenta explicarle al bidimensional la tridimensionalidad.

Para ello recurre a las cartas. Las cartas son muy delgadas, pero puestas una encima de la otra pueden llegar a formar un cuerpo voluminoso. La bidimensionalidad para el tridimensional no es más que una tridimensionalidad poco desarrollada. Reduce el mundo del otro a una variante singular y simplificada del suyo propio, pero el asunto es que ni infinitos planos sobrepuestos generarán nunca un cuerpo voluminoso.

Recordando a Thomas Kuhn, el conocido filósofo de la ciencia, diría que persiste una inconmensurabilidad epistemológica entre mundos con un número diverso de dimensiones; o generalizando, entre paradigmas epistemológicos distintos. Los mundos “complejos” no son una mera superación de los “simples.”

El mesías (mediador) entre dos universos distintos tiene que compartir las cualidades de ambos mundos (algo prácticamente impensable porque son contradictorias), no puede ser un mero misionero alfabetizador.

Defendiendo la irreductibilidad de los planilandeces estamos en el camino de aquellos pensadores medievales que insistían en la persistencia del alma individual tras la muerte, no integrada al alma de almas: Dios; de Don Juan y Castaneda luchando por no ser tragados por el Águila; de las colonias emancipándose de la cosmovisión colonialista; de los disidentes desmintiendo la Razón de Estado, en fin de todos aquellos que se resisten a ser fácilmente englobados.

Claro, también sé que ahora mismo me estoy poniendo en una posición global.

—-

(*) Los fundamentos de mi propuesta no son menos dudosos.

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