El pico de mi vida

Erasmo Calzadilla

Frente el abismo.  Foto: macnimation @ flickr

HAVANA TIMES — A finales de marzo tuve la grandísima suerte de conseguir trabajo en una brigada de las que restaura el casco histórico de la ciudad, con buena paga y un jefe chévere. La primera jornada di mandarria con ganas, con ganas de llegar a fin de mes y cobrar 60 CUC.

Tragué más polvo que una aspiradora y pasé la noche con piedrecillas en los ojos, pero lo peor es que desperté una vieja lesión que dormía en uno de mis brazos; al día siguiente el dolor era demasiado y tuve que colgar los guantes.

Y es que, debo admitirlo, ya no soy un muchacho a pleno vigor sino un medio-tiempo con canas y arrugas incipientes; hace poco cumplí 39 abriles.

Si la vida fuera una montaña simétrica los 39 serían más o menos la cima. Pero da la dichosa casualidad que el pico de mi vida está coincidiendo con el del petróleo convencional, y por ende con el de la civilización occidental. Todo parece indicar, queridos lectores, que la cuesta abajo será abrupta y peligrosa, con suerte evitaremos una catástrofe a lo Hollywood.

Mi vida y la de muchos de ustedes se precipitarán en el mismo tren que la economía, el medio ambiente, la disponibilidad de alimentos y el agua potable. Con los servicios médicos deteriorados, cualquiera de las enfermedades mortales que padecen o rebasaron mis padres: cáncer, diabetes, insuficiencia coronaria y úlcera, me mudarán al reparto Boca Arriba más temprano que tarde. No aspiro a disfrutar de otras 39 primaveras.

De todas maneras ya han sido muchas. En la primera “mitad” he derrochado el tiempo con la misma indolencia con que Aguas de La Habana derrocha el producto que da sentido a su existencia.

Larga y hasta un poco tediosa me ha parecido esta primera temporada, la verdad es que he vivido al pairo, como una hormiga loca que no encuentra dónde poner el huevo. Pero además desde hace algunos años tengo la certeza de haberlo visto todo, como si ya no quedaran Sorpresas.

Alegrías y tristezas, seguro; sorpresas con minúscula, no me caben dudas (hasta una abducción extraterrestre podría esperar), pero SORPRESAS con mayúscula… lo dudo mucho. ¿Que qué entiendo por tal?

Una buena Sorpresa sería, por ejemplo, que la gente se vuelva sensata y sensible al dolor ajeno; que abandonemos la carrera armamentista y nos dediquemos a reparar tanto desastre.

Altamente improbable ¿no? Pues sí, y eso me tumba el ánimo.

Curva energía neta.

En fin, amigos, que he llegado al cenit de mi vida y contemplar desde esta atalaya el camino recorrido y el que queda por recorrer no me deja buen sabor. El ascenso ha sido a la buena de dios y el descenso asusta. En lo que a mí concierne me encantaría evitar que la segunda temporada se parezca a la primera.

¿Que qué pienso hacer para evitarlo?

En primer lugar concentrarme, administrar el tiempo con celo; la cuerda que me queda, mucha o poca, aspiro a no desperdiciarla. Me encantaría que la reflexión interior sea la guía de mis actos, hasta donde sea posible.

Pero también quiero luchar por La Causa. Ansío emociones, compromiso y plenitud de sentido, y en la medida en que lo consiga tendré valor para afrontar la paulatina depauperación de mis facultades físicas y mentales.

Me sentiría muy frustrado si a los 50 me descubriera rogándole al monarca de turno la centuplicación de los salarios o a los 60 lamentando la pasividad con que mi generación asimiló la violación (de sus derechos humanos, políticos y civiles).

La segunda temporada será abrupta y tal vez corta pero aspiro que ni aburrida ni alienada. A correr que ya empezó.

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