Guerras y condones

Dmitri Prieto

Foto: Ihosvanny

Ya que el 1 de septiembre se conmemora el aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial (el ataque alemán a Polonia en 1939, la fecha es eurocéntrica, ya Japón había invadido a China, e Italia, a Etiopia), el noticiero de la TV cubano presentó un reportaje (más bien una pieza de oratoria periodística con imágenes trágicas de fondo) sobre “guerras y medio ambiente.”

Más allá del lugar común –reconocido como tal lugar común por la periodista misma- de que las guerras dañan al ambiente, la conclusión fue clara y explícita: la única forma de evitar la guerra es “cambiar las mentes de los gobernantes.”

Casi una hora después, dieron el programa de marketing social “Cuidemos el amor.”  Tan romántico nombre situations apunta al propósito del programa: promover el uso de métodos de sexo protegido.

A través de situaciones relacionadas con el “amor,” se enseña lo importante que es usar barreras mecánicas cuando por X razón una parte del cuerpo de uno/a va a ser introducida dentro del cuerpo de otro/a.

El caso mostrado era una pareja donde, antes de practicar tal introducción, la contraparte femenina confesaba a la contraparte masculina que padecía “una infección incurable de trasmisión sexual.”

El masculino, sin mostrar aparentemente ninguna preocupación al ser sorprendido con la noticia de la condición incurable de su pareja, zanjó el dilema con rapidez asegurando que usarían el condón.

Y no más problema (con el amor, supongo, pues ¿dónde carajo se ha metido?, si no nos sorprendemos por el anuncio de un futuro trágico de la persona a quien amamos…).

Es para mí completamente obvio que un sistema de ideas que hace profesión de fe inquebrantable en las “mentes” de los grupúsculos gobernantes para eliminar un hecho social materialísimo -como es la guerra-, y al mismo tiempo recurre con la misma fe a la materia en su forma más patética (látex) para enarbolar la defensa de un hecho espiritual (y social) primordial –como es el amor-, es para mí (decía) completamente obvio que tal sistema de ideas está podrido en su raíz misma y condenado a perecer.

¿Materialismo? ¿Idealismo? La respuesta que nos proporcionan es el código de cómo la TV cubana instrumenta lo trágico: con nociones de oratoria common sense o de látex bien ajustado al pene.

El propósito fundamental (de ellos): pretender con un dedo tapar el abismo que nos mira.

El remedio (material y espiritual) nuestro: REVOLUCION.

Dimitri Prieto-Samsonov

Dmitri Prieto-Samsonov: Me defino por mi origen indistintamente como cubano-ruso o ruso-cubano. Nací en Moscú, en 1972, de madre rusa y padre cubano; viví en la URSS hasta los 13 años, aunque ya conocía Cuba, pues veníamos casi todos los años de vacaciones. Habito en un quinto piso de un edificio multifamiliar, en Santa Cruz del Norte, cerca del mar. Estudié Bioquímica, Derecho (ambas en La Habana) y Antropología (en Londres). He escrito sobre biología molecular, filosofía y anarquismo, aunque me gusta más leer que escribir. Imparto clases en la Universidad Agraria de La Habana. Creo en Dios y en la posibilidad de una sociedad donde seamos libres. Junto con otra gente, en eso estamos: deshaciendo muros y rutinas.

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