Los hijastros

Francisco Castro

De la puesta en escena de La Hijastra. foto:cubaescena.cult.cu

HAVANA TIMES — A la salida del teatro, mi amigo me comunicó su insatisfacción con la obra. No pudo captar la esencia de lo que se representó en la sala, cegado por los episodios soeces, asquerosos, ultrajantes, groseros, pornográficos que se sucedieron ante los ojos asustados de los espectadores.

Una muchacha, que perdió los brazos en un naufragio, repta llorosa por el piso sucio. Su padrastro la manosea y le restriega suciedades en la cara y el cuerpo.

Un vecino se rasca compulsivamente la entrepierna. Su mujer se lamenta por haber perdido a sus tres hijos… también en un naufragio. Más adelante caerá sobre sus mesas, sobre sus cabezas, sobre su sufrimiento, miembros mutilados como carnes carcomidas por el salitre y las alimañas, que recordarán las de sus hijos. Y, como saturnos, las engullirán.

El padrastro embute a la hijastra de una comida pálida y magra, que cae al suelo, vuelve al plato, se mezcla con una cucaracha chorreante sacada de un inodoro, y termina en la boca de la muchacha manca, que la escupe a la cara del padrastro.

El padrastro se masturba encima del vecino y eyacula en su cara, ante la hijastra que chilla entre el placer y la locura.

Y así se sucede un episodio tras otro de violencia física y verbal, con entreactos marcadamente groseros, en los que algunas de las canciones cubanas más populares adquieren nuevos sentidos. Y casi todo el espectáculo transcurriendo bajo la mirada a veces acusadora, a veces aburrida, de una pionerita sentada en un pupitre. Así, se entreteje un discurso que para mí, estuvo claro todo el tiempo.

Luego de hacérselo saber a mi amigo, su rechazo por todo lo que vio adquirió otro matiz.

Por encima de todo, en el espectáculo, yo vi amor. Amor de su autor por su país –como en toda su obra-, Cuba, que es nada más y nada menos la muchacha manca, como mancos estamos los cubanos, maltratados, ultrajados por los que tienen brazos y deciden nuestros destinos.

Vi dolor y deseos de cambio. Y lo que es fundamental para mí: vi esperanza.

Es una lástima que muchas personas se hayan sentido ofendidos por las imágenes tan duras que presenciaron, que hayan puesto el grito en el cielo y acusado al director de esto y aquello…

Es una lástima que no hayan entendido que lo que vieron, es un resumen, un concentrado de lo que ven a diario, incluso de lo que sufren; y que no es precisamente al director de la obra al que hay que acusar.
—–

“La hijastra” de Rogelio Orizondo
Versión y puesta en escena de Juan Carlos Cremata Malberti.
Producido por el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, el Centro de Teatro de La Habana, y El Ingenio.

Francisco Castro

Francisco Castro: Todo se vuelve más simple cuando uno cruza la línea de los treinta años. Que no significa que sea más fácil, sino más bien, todo lo contrario. Ahí estoy yo, del otro lado de la línea, tratando de averiguar, con lo poco que sé de arte, política, economía…, vida, cómo seguir sin romper algunos juramentos que parecían esenciales, cómo no claudicar, cómo hacer de los años vividos, un faro hacia el futuro.

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2 thoughts on “Los hijastros

  • Es el arte, que cada vez tiene que buscar nuevas formas de seguir siendo perturbador.

  • Corre por los correos de intranet una carta(*) dirigida a la presidenta del consejo nacional de artes escénicas (CNAE). Firmada por el señor Alfredo Ávila Guillen, la misiva expone las razones que causaron su “disgusto” al asistir a la puesta en escena de la obra “La hijastra”, dirigida por Juan Carlos Cremata, en la Sala Tito Junco.

    (*) La Habana, Octubre 1º de 2012

    “AÑO 54 DE LA REVOLUCIÓN”

    Cra. Gisela González
    Presidenta del CNAE

    Estimada Gisela:

    Ayer Domingo tuve el “disgusto” de asistir la función de la obra “La hijastra”, dirigida por Juan Carlos Cremata, en la Sala Tito Junco. Yo nunca pensé ver un espectáculo tan denigrante para el Teatro, en particular, y para la Cultura de nuestro país en general.

    No soy crítico teatral ni mucho menos, ni tampoco me destaco por el dominio de la palabra escrita, pero la grosería, la chabacanería, la vulgaridad, la violación de las más elementales normas de respeto al público son realmente increíbles. Un espectáculo donde las palabras pene, ano, vulva en sus expresiones más groseras y vulgares están a la orden del día.

    Donde un par de alcohólicos, que mantienen relaciones homosexuales, en una escena violentísima, uno de ellos, el padrastro, tira al suelo al otro se saca el pene, se masturba y le echa el semen en la boca y le grita ¡trágatela, trágatela! Todo esto en “vivo y en directo”, a la vista de todo el público, y no pongo más ejemplos para no herir su sensibilidad.

    Y si lo anterior no bastara, la falta de respeto hacia algunos de los símbolos más sagrados de la Nación es increíble:

    Uno.- Un busto de José Martí en medio de un basurero (que es parte de la escenografía) con un cartel colgado al cuello que dice: Área de protección al consumidor. La Admon.

    Dos.- Una guirnalda de banderitas cubanas de papel, que en un momento determinado, uno de los personajes dice: Hay que feo que está ese adorno, quítalo que me recuerda a los CDR, luego lo arrastran por el suelo y lo utilizan como una saya para bailar una conga y luego lo lanzan al latón de la basura.

    Tres.- Al final de la Obra cae un telón enorme: que es una bandera cubana, pero sin la Estrella Solitaria, y sale una actriz con un cartel que dice “Se vende” (me pregunto qué es lo que se vende? : la Bandera, sin la Estrella Solitaria, la Nación, la Patria, la Dignidad?) Y luego los demás actores con distintos carteles que contienen consignas del momento pero enmarcados en un contexto que denotan una intención de burlarse destructivamente de la realidad.

    Cuatro.- Un espectáculo de una crueldad que raya en el Sadismo, la hijastra es una joven que le faltan los dos brazos y cuando el padrastro le va a dar la comida constituye una verdadera tortura para la muchacha, además que queda evidente que abusa sexualmente de ella.

    Quinto.- En un momento se proyecta en la pantalla lo que se conoce como “Un pellejo” es decir escenas pornográficas, de las que están prohibidas en todas partes del mundo, aunque se ven de manera clandestina.

    ¿Cómo es posible que se permita la presentación al público, mayoritariamente joven, un espectáculo como este? Que valores estamos trasmitiendo? Es que acaso en nombre de la tan cacareada “Libertad de expresión” se ponga en escena cualquier barbaridad?

    Sin más por el momento, le saludo revolucionariamente

    Alfredo Ávila Guillen

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