Esperando el amanecer

Foto: progresosemanal

Por Aurelio Pedroso  (Progreso Semanal)

HAVANA TIMES – Casi que con la misma añeja sensación de quien espera la llegada de la novia adolescente o ya de mayorcito, el arribo de un viejo amigo hermano de viejas batallas africanas, te asomas una y otra vez al balcón y miras hacia el este en busca de los primeros resplandores en esa impaciente espera por que venga la luz del nuevo día.

En el cielo, algunos drones merodean a esta hora sin saber uno a quién pertenecen y qué hacen.

Hoy, como suele suceder casi siempre, los gorriones habaneros y otros pájaros de más prestigioso talante, iniciarán en breve sus alborotados anuncios de que van a revolotear libres de movimiento por cada rama y rincón de la ciudad.

Ahora, a las seis con treinta de la pseudo mañana, el vecino de enfrente ya tiene encendido el televisor lo mismo para conocer las noticias matutinas que para darle continuidad a la serie que vía paquete le apacigua el encierro.

Seis con 35 ante meridiano y ya comienza a cantar-despertar con un chirrido desagradable e intermitente, el gorrión más madrugador en función de centinela despertador. En los primeros minutos, nadie le hace caso salvo un pitirre que le secunda con su conocida credencial.

La avenida, desierta. La ciudad, inmóvil, temerosa o precavida por la pandemia en el comienzo de su sexto mes.

Seis con cuarentaicinco. Todo grisáceo, como de luto en retirada. Los pájaros se animan al concierto. Una cotorra bien entrenada, llegada clandestinamente desde las montañas centrales de El Escambray, no cesa en ofrecer los buenos días desde el perpetuo encierro.

Muy pronto, se mezclará el optimismo con el pesimismo en su condición de hermanos siameses unidos por un mismo cordón umbilical: la Covid-19.