Vivir con o sin Fidel

Yusimi Rodríguez

Fidel Castro. Photo: Cubadebate.cu

HAVANA TIMES — Hace poco más de una semana, leí en el sitio el texto “¿Dónde está y cómo está Fidel Castro?” En ese momento me percaté de que no había pensado en el líder en mucho tiempo. Después de dedicar dos textos a su figura, simplemente lo olvidé.

De camino a casa, comenté el texto de HT con varios compatriotas que solo cuentan con la prensa nacional como fuente de… “información”. Reaccionaron como yo. “Ah, sí, es cierto, hace tiempo que no sale en el televisor, ni reflexiona”.

No escuché especulaciones sobre su estado en las paradas de guaguas, las colas de la bodega, el agro, las casas que visito. Nadie se preguntaba cómo está, por qué no se le ve.

No recuerdo la última vez que vi el rostro del líder en la televisión. No tengo claro si apareció en pantalla durante su cumpleaños o los días que rodearon el 13 de agosto. Sin embargo tengo nítido en la mente aquel día del 2006 en que se anunció su enfermedad (que nunca he sabido a ciencia cierta cuál es).

Aún trabajaba en un periódico oficial y había una fiesta planificada para el día siguiente. Se suspendió, por supuesto. Se suspendieron los carnavales ese año. Había miedo, incertidumbre, especulaciones. Y como estas cosas son contagiosas, yo también me preguntaba qué iba a pasar si fallecía.

Creía tener la respuesta ahora, seis años después, cuando todo indicaba que había fallecido o agonizaba. Pero no. Ha ido resucitando paulatinamente, primero a través de mensajes, luego a través de fotos. Su voto fue depositado en las urnas por alguien. Hoy por la mañana, tuvimos una de sus acostumbradas (extensas) reflexiones.

No sé si volveremos a verlo en pantalla sosteniendo un periódico del día. Pero algo me quedó  claro en estos días. Primero, que no es su muerte lo que va a cambiar la vida de los cubanos. Al menos no para mejorar.

No sé si en realidad hubo un momento en que su muerte pudo cambiar algo, pero si lo hubo, ya ese momento pasó. Los cambios que están teniendo lugar en nuestro país, están sucediendo sin necesidad de que el líder fallezca.

Segundo, los cubanos estamos tan ocupados intentando mejorar nuestras vidas o simplemente sobrevivir, que cada vez, pensamos menos en él.

Nunca he deseado ni me ha alegrado la muerte de nadie. La de Fidel Castro no será la primera, aunque tampoco creo que me produzca tristeza. En realidad, no sé si sentiré algo.

Quería ver la parte positiva de que permaneciera vivo para ser testigo de los cambios que está sufriendo el país: la apertura de los pequeños negocios que cerró con la Ofensiva Revolucionaria, para eliminar los últimos vestigios de la burguesía; la devolución (parcial) a los cubanos del derecho a viajar libremente.

Esperaba que en algún momento se viera obligado a reconocer sus errores en la dirección del país. La reflexión de esta mañana sobre el papel de Cuba (el suyo) durante la Crisis de Octubre me quitó esa esperanza.

De todas formas, es inevitable que el Líder nos abandone en algún momento, a pesar de los avances de la ciencia y de todo el empeño del equipo médico que lo atiende, nada puede detener el tiempo.

La noticia, cuando ocurra, no pasará inadvertida. Habrá luto nacional, y especulaciones a nivel mundial, y materiales sobre su vida y obra que alterarán la monotonía de la programación televisiva y de nuestras vidas. Y páginas enteras del periódico dedicadas a él.

Será más que merecido; habrá cumplido su misión hasta el final. La de vivir lo suficiente para garantizar la transición (no sabemos hacia qué), para que el pueblo cubano se adaptara lentamente a la idea de la continuidad de lo que llamamos Revolución, sin Fidel Castro.

 

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