Yusimí Rodríguez López
HAVANA TIMES — Quizás sea tarde. A estas alturas es posible que nadie recuerde mi artículo “Quién y de dónde soy”. Muchos ni lo habrán leído. Es demasiado el flujo de información en Internet, son muchas las opciones; las noticias envejecen a los cinco minutos.
Por mi parte, aunque leí todos los comentarios, algunos empiezan ya a confundirse en mi cabeza. Sin embargo, hay uno que no podría olvidar aunque lo hubiese intentado.
No recuerdo el nombre del comentarista, pero sí que relató la experiencia de un amigo que por mucho tiempo idealizó el pasado de sus ancestros en Nigeria, y luego sufrió una decepción al saber que allí existía la esclavitud antes de la llegada del hombre blanco.
Si este comentarista intentaba establecer que África no era ningún paraíso antes del comercio de esclavos por parte de los europeos, que diezmó el continente; que la explotación de un ser humano por otro no llegó allí de la mano del hombre blanco; que la historia debe estudiarse con objetividad, debo decir que estoy absolutamente de acuerdo con él.
Pudo haber dicho más. Pudo haber dicho que quienes cazaron a los africanos traídos a América como esclavos, fueron africanos; que hubo esclavistas negros de este lado del océano: negros que nacieron libres o alcanzaron su libertad tras haber sido esclavos, y se convirtieron en propietarios de otros negros.
Dos años atrás, un entrevistado me decía con mucho orgullo que nuestros ancestros en África eran reyes y príncipes. Yo pensaba luego que si había reyes y príncipes, había también gente sometida.
Tenía la certeza de que mientras estuviera en aquel lugar, no estaría sola. Es una sensación hermosa que casi he olvidado al crecer; no sé si a otros les sucede. Es menos simple a medida que maduramos, experimentar esa cercanía con alguien que hemos conocido por poco tiempo.
Por otro lado, me pregunto en qué se basa ese repentino hermanamiento: ¿En el color de la piel? ¿Basta que seamos negros para sentirnos hermanos?
He conocido personas negras con muy poca ética. O ninguna. Personas capaces de estafar a quien se les ponga delante, incluso a los supuestos hermanos y hermanas negras. He conocido personas blancas de las que me siento más hermana de lo que me sentiría nunca con la señora Condoleeza Rice.
El autor del comentario me hizo pensar, tal vez sin proponérselo, que es imposible saber cuál habría sido nuestro destino si nuestros ancestros no hubiesen sido arrancados de África, si hubiésemos nacido allí. ¿Próspero, trágico?
Asusta saber que en África, en pleno siglo XXI, ahora mismo, a alguna niña o adolescente le está siendo practicada la ablación. Para hablar claro, la están castrando.
¿Pero qué precio tuvieron que pagar las mujeres que me precedieron para que yo no fuera castrada? ¿Cuántas tuvieron que trabajar como bestias; sufrir maltratos, violaciones; soportar que les arrancaran a sus hijos?
Pienso que el hecho de que las mujeres negras de esta parte del mundo podamos sentirnos afortunadas con respecto a las negras africanas, es solo, como diría Reinaldo Escobar, un beneficio colateral.
No puedo saber cuál habría sido el destino de África sin la llegada de los europeos. Sobre eso, sólo podemos especular. Pero sabemos lo que llevaron los europeos a África (o más bien lo que se llevaron).
Es importante que no idealicemos ese mundo de nuestros antepasados en África, que sepamos hubo esclavitud antes de la llegada del hombre blanco. Pero eso no minimiza el daño que causó Europa a aquel continente. Y a este.
Que muchos ex esclavos en este lado del mundo se hayan convertido esclavistas solo demuestra que el color de la piel no es un mérito, que lo mejor y lo peor del ser humano nada tienen que ver con la raza.
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