¿Negro y “contra-revolucionario” en Cuba?

Yusimí Rodríguez

Discutiendo sobre política. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Con frecuencia leo los artículos del colega Elio Delgado Legón, que para muchos lectores añaden una gota de humor al sitio. Para mí, su mayor virtud es que, sin que él se lo proponga, demuestran la pluralidad de Havana Times, un sitio de la prensa independiente que Elio Delgado suele criticar, que da cabida a alguien con cuyas ideas diferimos la mayoría de los colaboradores y lectores.

Ese espacio para todas las ideas y criterios es la mayor diferencia entre la prensa oficial cubana y Havana Times, que no es el órgano oficial de ningún partido político.

Recientemente, un lector le preguntó en un comentario si cobraba por sus artículos. Una pregunta que ha cruzado mi mente cada vez que Elio Delgado ha calificado de mercenarios a los periodistas independientes. Aún desconozco la respuesta y espero que sea negativa; es la única forma en que este colega puede parecerme coherente. Si es positiva, me pregunto si él solo considera válido cobrar por escribir en la prensa independiente, cuando es para hablar bien del gobierno.

En una reciente entrega, Elio Delgado califica la huelga de hambre llevada a cabo por Guillermo Fariñas como un negocio. No conozco a Fariñas, pero dudo que sea tan estúpido para iniciar una huelga por un dinero que tiene todas las posibilidades de no disfrutar. Tantas huelgas de hambre dejan secuelas en el organismo; iniciar otra está más cerca de ser un acto suicida que un negocio.

Vivir en un país donde se es culpable hasta que se demuestre lo contrario, incluso pese a que se demuestre; donde a usted pueden condenarlo por convicción, sin necesidad de pruebas; donde no se reconoce el carácter de preso político ni de conciencia, me obliga a dudar de las sanciones que constan en el Tribunal Provincial de Santa Clara contra Guillermo Fariñas.

Guillermo Fariñas. Foto: miamiherald.com

Sin embargo, en algo coincido con Elio Delgado: tampoco yo estrecharía la mano de Luis Posada Carriles. No lo odio, como quizás lo odien quienes perdieron familiares en actos terroristas de los que es autor presunto o confeso. Pero tampoco me siento identificada con él y sus métodos. No obstante, encuentro contradictorio que nuestro colega recurra justamente al expresidente estadounidense George W. Bush para reforzar la idea de que quien es amigo de un terrorista (aunque estrechar una mano no te hace automáticamente amigo de nadie) es terrorista también.

Ya que nuestro colega abrió esa puerta, crucémosla. En la película Ciudad en Rojo, transmitida recientemente por la televisión cubana, la protagonista le dice a su padre con orgullo: “Yo hago bombas”. Esa noche, se transmitió el filme Operación Fangio, sobre el corredor de autos secuestrado por el Movimiento 26 de Julio, que contaba con un grupo de acción y sabotaje. Durante décadas, el gobierno cubano ofreció asilo a ciudadanos estadounidenses acusados de crímenes que incluían el asesinato, en su país; muchos secuestraron aviones para llegar a Cuba. Que conste, no soy quien afirma que el amigo de un terrorista es terrorista también.

Otro detalle llama mi atención en el artículo de Elio Delgado: “… por ser contrarevolucionario a pesar de ser negro…” (refiriéndose a Guillermo Fariñas). Aunque no hay foto mía en Havana Times, los lectores deben saber que soy negra, y podrían asumir que debido a ello reacciono con excesiva susceptibilidad al percibir una enorme carga de racismo en esta frase.

El racismo no es cuestión de los negros o de las llamadas minorías étnicas. Muchas personas blancas se involucraron y perdieron la vida en la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos, y por la eliminación del Apartheid en Sudáfrica. Muchos blancos luchan contra el racismo hoy. Y estoy segura de que muchos de piel blanca percibieron la mentalidad racista oculta tras esa expresión. No solo la mentalidad racista de Elio Delgado, sino del sistema implantado en Cuba a partir de 1959.

El régimen ha negado a los cubanos el derecho a la libertad de expresión, a asociarnos libre y legalmente en partidos políticos, a elegir un camino diferente al trazado por Fidel Castro. Se nos ha inoculado la idea de que si los blancos no tienen derecho a oponerse, menos aún lo tenemos los negros, porque si somos algo es gracias a la llamada Revolución. En otras palabras, no se puede ser negro y “contrarrevolucionario” (término con el que descalifican a la disidencia), a la vez.

No puede negarse que la llamada Revolución mejoró la vida de un sector considerable de la población cubana, incluida la afrodescendiente. Pero obtuvo de esas mejoras el mismo beneficio que Carlos Manuel de Céspedes del hecho de liberar a sus esclavos para invitarlos a unirse a la guerra contra España: asegurarse subordinados comprometidos, endeudados.

Foto: haaretz.com

En uno de esos materiales que circulan de flash en flash por la izquierda, un intelectual negro cubano exiliado afirma que en la Revolución el negro se convirtió en un revolucionario subordinado.

Elio Delgado afirma que a Guillermo Fariñas le habría sido imposible estudiar una carrera universitaria antes de 1959, otra idea sembrada por el régimen para convertirnos en subordinados. No todas las familias negras cubanas le deben su primer graduado universitario a la rebelión liderada por Fidel Castro.

Muchas de las agresiones y golpizas que el colega Elio niega aparecen en videos. Cuando quien osa disentir es una persona negra, las golpizas van acompañadas de insultos relacionados con el color de la piel: “negra de mierda”, “negros malagradecidos”, “… unos negros que nunca han tenido derechos y ahora están reclamando más de lo que les toca”.

Seguramente, Elio Delgado negará su mentalidad racista y argumentará con el hecho de tener muchos amigos negros. Conocí a un hombre negro que al visitar a su novia blanca por primera vez, fue recibido por los padres de ella con total amabilidad… mientras lo tomaron por un simple amiguito del preuniversitario. Cuenta que cuando la muchacha lo presentó como novio, el padre “se puso gris”. Por cierto, el padre tenía muchos amigos negros y había luchado por la “Revolución” en la Sierra Maestra.

 

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