Elecciones en Cuba y aprender de Venezuela

Yusimí Rodriguez                                                       

Hay elecciones locales este domingo en todo Cuba. Foto:rcm.cu

HAVANA TIMES — Hace cuatro años me interesé en unos comicios por primera vez. Este año, he seguido el segundo proceso electoral de mi vida.

En ninguna de las dos ocasiones se ha tratado de las elecciones de mi país. De forma inconsciente, me he convencido de que las elecciones ajenas afectan mi vida más que las de mi propio país.

En el 2008, miraba las Mesas Redondas sobre las elecciones en los Estados Unidos y leía los artículos que el periódico Granma dedicaba al tema.

La elección de Obama podía significar el fin del bloqueo y la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

Si la vida en el país no mejoraba, al menos tenía la seguridad de que la justificación, quiero decir el motivo, no sería el bloqueo impuesto por el gobierno norteamericano. Nada de eso sucedió.

La vida demostró que hace falta más que un presidente negro en la Casa Blanca, que se anuncie como el presidente del cambio, para que las cosas cambien; que no basta con llegar a la presidencia lleno de buenas intenciones; que hay países donde el presidente no es el dueño del país. Que no basta ganar el Premio Nobel de la Paz para merecerlo.

Este año, estuve al tanto de las elecciones en Venezuela, sin decidirme a temer o desear que Chávez ganara. Dos días antes de que los venezolanos acudieran a las urnas, un amigo me dijo que valía la pena que Chávez perdiera, solo para que nuestro gobierno se desestabilizara.

Si el país no recibe combustible no será como en el Período Especial, cuando la gente soportó los alumbrones (como llamábamos a los pequeños intervalos entre apagones).

No sé si es así que deseo que las cosas cambien en mi país. Temo que por la vía de estar sometidos a una mayor escasez que la que ya enfrentamos, la gente se lanzaría a las calles, con razón, y se convertiría en personal apto para ser reprimido en nombre de la soberanía nacional.

Hugo Chávez ganó las elecciones en Venezuela el 7 de octubre con 55% del voto. Foto: www.presidencia.gob.ve

Confieso que después del viernes no había vuelto a pensar en las elecciones venezolanas. El domingo llegué a casa sobre las seis, con la intención de sentarme a mirar una de las pocas series televisivas que sigo, pero fue suspendida a causa de la Mesa Redonda dedicada a seguir las elecciones venezolanas, dos horas antes del cierre de los colegios electorales.

El conductor y sus invitados de la Mesa… no mencionaron las consecuencias nefastas que tendría para nosotros la no reelección de Chávez. Hablaron de los beneficios que ha obtenido el pueblo venezolano durante su gobierno, y sobre todo alabaron la democracia existente en ese país.

Citaron incluso al ex presidente norteamericano Carter, y ahí me pusieron a pensar. Porque, para ser honesta, no confío demasiado en los conductores e invitados de la Mesa Redonda cuando de juzgar democracias se trata. Tampoco es que piense que Carter tiene la última palabra al respecto, pero al menos es un observador externo, menos comprometido que los invitados de la Mesa.

No sé si los compañeros de la Mesa… se percataron de que quizás elogiaban demasiado la democracia venezolana. Bien mirado, es cierto que Chávez va por su segunda reelección y algunos aseguran que pretende eternizarse en el poder (si la salud se lo permite).

¿Pero qué tiene de malo la reelección de un presidente cuando el pueblo considera que lo está haciendo bien, y sobre todo, cuando el pueblo cuenta con los mecanismos para extirparlo del poder cuando lo decida?

En Venezuela hubo elecciones en las que intervino más de un partido político. Cada votante tuvo la oportunidad de decidir, de hacer la diferencia con su voto. Según la Unión de  Naciones Suramericanas (UNASUR) más de un 80% del pueblo votó. Hicieron colas, incluso, para ejercer su derecho al voto, para decidir el futuro de su país.

Votando en Cuba. foto: juventudrebelde.cu

El domingo 21 de octubre, los cubanos acudiremos a las urnas para votar por el delegado a la Asamblea del Poder Popular y luego… nos sentaremos a mirar. No tendremos participación  en la elección de la Asamblea Municipal, ni en la Provincial ni la Nacional, ni en la elección del presidente del país. Aunque no nos sorprenderá el resultado final.

Estoy segura de que aquí votará más que el 80% que lo hizo en Venezuela. ¿Pero cuántos lo harán con la convicción de que su voto tiene algún peso en la vida del país, y cuántos lo harán para no señalarse, en mantenerse aptos para empleos en el turismo u otros bien remunerados?

Pero sobre todo, ¿qué futuro decidiremos con nuestro voto, más allá del delegado que intentará resolver nuestros problemas por un tiempo o nos dará respuestas consoladoras, cada vez que sienta las manos atadas?

Los venezolanos apostaron, una vez más, por Chávez. Pero tuvieron otras opciones, pudieron haber votado por cualquier otro candidato. La oposición estuvo representada. Capriles tuvo la oportunidad de dirigirse al pueblo, de usar los medios de comunicación masiva para hacerles saber qué les esperaba si lo elegían presidente.

¿En Cuba, cuál es el mecanismo para cambiar el poder? ¿Qué representación tienen, aún cuando puedan ser minoría, quienes se oponen al gobierno?

“Venezuela dio al mundo una lección de democracia” afirmó Carlos Álvarez, jefe de la misión de acompañamiento de UNASUR, tras las elecciones del domingo. ¿A Cuba también?

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