Cuba vista por algunos turistas estadounidenses

Yusimí Rodríguez

Turistas llegando a Cuba. Foto: cubadebate.cu

HAVANA TIMES — Mientras cubanos y estadounidenses esperan con incertidumbre por la cada vez más cercana investidura del presidente electo de los Estados Unidos de América, Donald Trump, los norteños se apresuran a conocer Cuba antes de que se revierta la normalización de relaciones, según anunció el inminente inquilino de la Casa Blanca.

He conocido un interesante grupo de estadounidenses de visita en nuestro país. A primera vista son una representación en miniatura de esa multiétnica y multirracial sociedad: caucásicos, afroestadounidenses, ciudadanos de origen latinoamericano, polaco, búlgaro, ruso, un descendiente de italianos. ¿Qué tienen en común? El amor o, cómo mínimo, la curiosidad por el baile. Han venido para recibir lecciones de baile durante una semana, no solo de salsa, también de los ritmos de origen africano. No se han hospedado en un hotel, sino en casas particulares.

David, joven de 28 años, descendiente de italianos, toma las clases de baile, además hace un documental sobre Cuba con las percepciones de los estadounidenses allá y la realidad. Es el que más conversa conmigo, para responderme preguntas, también para satisfacer su propia curiosidad.

Este es su segundo viaje a la Isla, como parte de un grupo interesado en bailes cubanos. No se siente un turista, aunque sabe que es casi inevitable que lo vean así y, sobre todo, no le gusta hospedarse en hoteles. “No me atrae la vida falsamente ideal que construyen a tu alrededor, todo ese confort que te impide ver cómo es en realidad el país, cómo vive de verdad la gente, las calles que están rotas. Aquí puedo comer lo que comen los cubanos”.

Turistas en La Habana. Foto: Mirna Rogers

Según pude apreciar cuando me invitaron amablemente a cenar en la casa, los cubanos comemos arroz blanco, frijoles negros, ensalada, tostones y… langosta o carne, según el gusto; unas deliciosas frituras de arroz con perejil, cebolla, ajo, salsa china y una capita de queso encima, improvisadas por la joven cocinera cubana para los vegetarianos, además de postre consistente en cake con helado y café, que aunque no probé, estoy casi segura de que no era el de la bodega.

¿Cuántas veces al año los cubanos comemos una comida así? En mi caso, casi siempre, pues soy vegetariana, aunque no suelo contar con las maravillosas frituritas de arroz (que ciertamente podría hacer en casa) ni el postre con helado ni siempre hay aceite para freír las viandas. Pero para la mayoría de mis compatriotas la langosta en un lujazo. Conozco jóvenes que nunca la han probado, y no son vegetarianos.

¿No es también una vida falsamente ideal la que disfrutan los extranjeros que se hospedan en casas particulares? En gran medida, y así debe ser. Los turistas no reúnen dinero durante meses ni pagan pasaje de avión, además de hospedaje con comidas incluidas y lecciones de baile (que pudieron poner en práctica por la noche, en lugares turísticos donde se baila salsa), para encontrarse con que no hay agua en las pilas y deben cargarla o que está fría y deben calentarla en el fogón y además tratar de no pasarse de tiempo, porque el gas hay que ahorrarlo ni que se acabó el papel sanitario y está perdido de las tiendas. No viajan aquí para comer pollo por pescado ni picadillo de soya ni claria ni tenca llena de espinas ni los otros pescados de río que se pueden comprar a precios más o menos asequibles en la pescadería. Los cubanos cuyo negocio consiste en el alojamiento en divisas, saben que deben respetar a sus clientes y brindar un servicio de calidad.

Turistas paseando por la calle Obispo. Foto: Juan Suárez

David es consciente de que tampoco las casas particulares reflejan la vida real de la nación, pero al menos se siente un poco más cerca y puede conversar con los dueños de la casa, los vecinos, amistades que visitan las casas. Si algo disfrutan estos turistas (aunque a David no le gusta la palabra) es la posibilidad de conversar con los nacionales. La respuesta, cuando les pregunta qué les parece Cuba hasta el momento (para muchos es su primer viaje a la Isla) es unánime: “Nos encanta, la gente es magnífica, tan amistosos, tan abiertos… El paisaje es maravilloso…”.

Sin embargo, no todo ha sido color de rosa y algo ha afeado el panorama. “Hay basura en todas partes; no se cuida el medio ambiente”, se queja David. Sus compañeros de viaje coinciden con él, y preguntan por qué no se recicla la basura. Están conscientes de que en su país se produce más basura, pero hay más cultura del reciclaje.

Silvia, una búlgara de 35 años, que ha vivido 17 en los Estados Unidos, me cuenta que cuando se bañaban en la playa había basura en el agua, y le preguntó a una cubana después por qué no se limpiaban las playas. La respuesta fue que el gobierno se preocupa por limpiar las playas donde hay bastante turismo, a esas no se les presta atención. La aludida está en Cojímar.

Por lo que pude ver, al menos en las dos casas particulares que visité en Cojímar, los dueños ofrecen un servicio personalizado de alta calidad. Pero la demanda podría verse afectada, si la suciedad de las playas se incrementa o persiste y, a la larga, los ingresos del Estado cubano, que tanto apuesta al turismo. ¿Se apresurarán nuestras autoridades a limpiar y, sobre todo, mantener la limpieza en estas playas, sino por la salud de los locales, al menos por los extranjeros? Esperemos que sí.

Lo otro que no le gustó a David en lo absoluto, durante su primer viaje a Cuba, fue el recorrido por el Museo de la Revolución. “No me creía la mayor parte de lo que decían. Y el avión que exponen, como un avión de la CIA derribado por los cubanos, muy nuevecito y cuidado para creérmelo. En aquel recorrido, alguien preguntó si había racismo en Cuba y le dijeron que no; pero cuando la persona preguntó por los dirigentes negros, casi no pudieron mencionar ninguno”.

Turistas en La Habana. Foto: Juan Suárez

David ha notado que, pese al racismo que impera en Estados Unidos, es más fácil encontrar afrodescendientes en posiciones de poder que en el resto de Latinoamérica. Sin embargo, no es ajeno al hecho de que también hay muchos afroamericanos en las clases más pobres. Pero para alivio suyo, este viaje no incluyó la visita al museo.

También notó la lentitud de Internet y le pareció preocupante. “Cuba debe apostar por la red de redes para su desarrollo más que por sus importaciones. Esta le va a dar herramientas a sus ciudadanos para acceder a conocimiento y empleos. Ahora en Estados Unidos hay mucho interés por el tabaco y el ron cubanos, pero es solo porque el embargo los hace exóticos. Cuando se levante el embargo, ese interés va a disminuir, como ha sucedido con otras cosas. De hecho, en EUA se produce muy buen ron. Mira, hay estudios que demuestran que, aunque parezca increíble, allá se consumió más ron durante la Ley Seca (1920-1933) que cuando la quitaron”.

Pese al descontento con la basura y el poco cuidado al medio ambiente, estos estadounidenses han disfrutado muchísimo la experiencia y algunos hablan de regresar. Se llevan muy buena impresión de los cubanos y saben que el distanciamiento ha sido entre los gobiernos, pero no entre los pueblos.

 

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